- Sus declaraciones en defensa de una narcodictadura y comparando a Corina con Hitler dan fe de lo bajo que ha caído España: ¡este personaje fue vicepresidente!
La crisis de los derivados tuvo una resaca durísima en España. Desde 2008 a 2013 provocó un tsunami de despidos y cierres. Jamás he visto algo como lo de aquellos días: los bajos comerciales de la calle donde residía fueron bajando la persiana uno tras otro, como las fichas de dominó cuando se empuja la primera con un dedo.
Una conmoción económica de semejante calibre provocó un fuerte malestar social, lo cual es lógico. Los vapuleados por la recesión, indignados por su situación, deseaban propinarle una patada política en la espinilla al poder con lo más contundente que encontrasen. Y esa cachiporra para muchos votantes de izquierdas fue Podemos. El crecimiento de la marca populista radical fue fomentado por el sorayismo, que casi le puso a Iglesias una cama en las televisiones coloradas que ella misma había posibilitado, a fin de que predicase de sol a sol. En un primer instante parecía que el PP había acertado con esa estrategia, pues mermó los apoyos del otro partido del bipartidismo, el PSOE. Pero en realidad la no tan inteligente Soraya cometió un inmenso error, pues desestabilizó nuestro sistema político y abrió la caja de Pandora en la que floreció el virus político que hoy soportamos, el sanchismo.
El madrileño Pablo Manuel Iglesias Turrión, que cumplirá 47 años la semana que viene, no es ningún héroe de la clase trabajadora. Al revés. Su madre era abogada sindical y su padre, inspector de Trabajo y profesor universitario. La familia siempre compatibilizó su ideología comunista con una mullida existencia burguesa (que le otorgará llegada la hora varias propiedades inmobiliarias, pues es hijo único). Su abuelo paterno era un socialista de buena familia, alumno de los jesuitas y luego abogado, que fue condenado a muerte en 1939, acusado de participar en el asesinato de un marqués. La parte que no cuenta Pablo Manuel es que se salvó por intercesión de amigos franquistas y acabó con nómina en el Ministerio de Trabajo del falangista Girón.
Siguiendo la tradición familiar, Iglesias se afilió a las Juventudes Comunistas a los catorce. Estudió Derecho y Políticas y trabajó como profesor universitario y para la fundación CEPS, que cobró reiteradamente del chavismo y fue germen de Podemos. Además siempre le gustó el teatro, afición que desplegó en los programas La tuerka y Fort Apache, este último emitido a través de un canal del régimen iraní (dictadura fundamentalista, machista y que persigue a los homosexuales, pero para cobrar le daba igual).
En 2014 nace Podemos y la coleta de Iglesias se vuelve omnipresente en los platós televisivos. Por fin, en 2018, cuando su partido ya empezaba a declinar, la debilidad de Sánchez le permite emerger como vicepresidente florero.
Iglesias Turrión, degradado hoy a tabernero y contertulio de medio pelo, puede parecer un meme, un histrión que ha envejecido mal y no tiene mayor importancia. Pero es interesante reparar en él, porque refleja lo bajo que ha caído España: un personaje de su ínfima catadura moral y su llamativa gandulería llegó a ser vicepresidente del Gobierno.
Pablo Manuel ha resultado un toco-mocho político. Todo era mentira. Es el supuesto feminista que en su día promocionó a dedo a su nueva novia, Irene, arrinconando a la anterior, Tania, en el gallinero del Congreso una vez caída en el baremo de sus afectos. Es el que ponía a parir a «la casta» y se erigía en profeta de «la gente», pero que acabó comprándose una dacha serrana con espléndido jardín y piscina VIP. Es el que promovía los escraches como «jarabe democrático», pero que se fue corriendo a la comisaría más cercana a denunciar a los que se manifestaban frente a su mansión.
Es el demagogo populista que resultó el vicepresidente más vago de la historia, hasta el extremo de que se decía que el ficus de su despacho curraba más que él. Es el impostor que salió en una sonada rueda de prensa en el pico de la covid a anunciar a bombo y platillo que se hacía cargo del drama de las residencias.. y si te he visto no me acuerdo, nunca más se supo.
Y es el villano, pues no cabe otro adjetivo, que tras la concesión a la heroica Corina Machado del Nobel de la Paz salió presto a ponerla a parir, llegando a compararla con Hitler. Un niño pera de la izquierda caviar, que vive del sueldo de eurodiputada de su mujer y de un partido que mangonean solo tres (él, Irene y su coleguita Ione), se lanza a defender la narcodictadura de Maduro, que ha sumido a su país en la miseria, la violencia y la represión, provocando un éxodo de siete millones de venezolanos. Y no es solo él, Sánchez tampoco ha encontrado tiempo para felicitar a Machado, que vive escondida por temor a represalias, ni ninguno de sus ministros.
El tabernero Iglesias Turrión no es un chiste, aunque ya lo parezca, sino un símbolo caduco de unas ideas que de triunfar por completo habrían sumido a España en una pesadilla totalitaria.
¿De dónde han salido? ¿Dónde se han educado? ¿Qué les han contado? ¿Cómo puede existir gente en el siglo XXI con semejante empanada política encima?