Jesús Cuadrado-Vozpópuli

  • El ‘discurso del odio’, base de la cohesión interna del socialismo zapateril

En La sombra, libro recién publicado, Rosa Díez quita a Zapatero el envoltorio de Bambi con el que siempre se ha camuflado y, sin máscara, lo retrata como fundador de un régimen destinado a destruir el sistema constitucional del 78. La autora encadena evidencias incontestables sobre las conexiones que llevan directamente de ZP a Sánchez. Entrega un cuaderno de bitácora imprescindible para identificar las políticas zapateristas orientadas a romper la unidad nacional. Detalla cada práctica corrupta contra las reglas democráticas, desde el uso fraudulento de la Fiscalía General del Estado —¡Conde-Pumpido!— a la utilización del Tribunal Constitucional contra decisiones del Supremo; desde la violación de la Constitución para responder a las exigencias independentistas a separar a España del atlantismo y el sistema de valores de las democracias occidentales. Todo empezó entonces, con el Bambi que engañó a tantos, incluido Rubalcaba, a quien él y Pepiño Blanco impusieron a Óscar López como su número dos.

Otegi, ‘hombre de Estado’

Cuando María Corina Machado acaba de recibir un merecidísimo Nobel de la Paz, es oportuno recordar cómo la heroica líder de la resistencia democrática retrató a Zapatero como el “gran operador de la dictadura”. Denunció que en Venezuela el expresidente se dedicaba a “gestionar intereses particulares bajo la mesa, utilizando seres humanos como fichas de cambio, algo abominable”. Ahora la izquierda más estalinista de Europa -con el PSOE dentro- exhibe su odio a María Corina y se sitúa en el lado más miserable de la Historia. Incluido el “abominable” Zapatero, el mismo que protagonizó lo que Rosa sintetiza en el libro como “dimisión ante el terrorismo”. La cofundadora de ¡Basta Ya!” le desmonta, dato a dato, el cuento sobre quién acabó con la banda y resume el rol del expresidente en “la determinación de salvar a ETA cuando ya estaba derrotada”. Sin necesidad, entregó a los terroristas más de lo que pedían, los blanqueó políticamente y abrió la puerta para que pudieran alcanzar plenamente sus objetivos políticos. Desde los pactos de ZP con Otegi -¡”hombre de paz”!- hasta los actuales de Sánchez -con el jefe de Bildu como ¡”hombre de Estado”!-, la continuidad en la subordinación del Gobierno a los terroristas es incuestionable.

«Te has hecho de derechas»

Para poder normalizar la degradación institucional que impulsaron, ZP y Pepiño necesitaban acometer un proceso de desvitalización democrática del Partido Socialista que continuaría con el sanchismo. El objetivo -cumplido con creces- siempre fue la liquidación de crítica y críticos, la implantación de un fanatismo tribal en toda la organización, desde el Comité Federal y los grupos parlamentarios hasta cada agrupación territorial socialista. Es un buen ejemplo el PSOE de Castilla y León, donde ZP colocó de jefe en 2008 a Oscar López, sin relación alguna con esa federación, que a partir de entonces se teledirige desde Ferraz. Con el de antes, Luis Tudanca, y con el de ahora, Carlos Martínez, sin que se note la diferencia. Zapatero y Sánchez han logrado momificar el PSOE, predisponerlo a respaldar sin rechistar cada cambio de opinión. Quien tenga familiares o amigos en ese cuartel habrá comprobado sus simplismos: “te has hecho de derechas”, te dicen con el mismo tono religioso con el que los “justos” condenan a los herejes. Es la respuesta estándar frente a todo, sea la amnistía o las andanzas de Ábalos.

Resalta Rosa Díez que, como gran aportación a la política española, Zapatero basara la cohesión interna de los seguidores “en el discurso del odio”, una receta que sigue Sánchez y por la que los adversarios electorales pasan a ser enemigos en una guerra civil interminable. El Pacto del Tinell de 2003, que él alentó, tenía como finalidad explícita expulsar de la vida política e institucional al PP y, como se apunta en el libro, “dejar fuera a la derecha nacional y democrática”. Es el cordón sanitario en el que hoy confluye el PSOE con los RufiánMás Madrid, bildutarras, Baldoví… A eso se subordina la conversación pública impuesta por el sanchismo, plató a plató, dominada por un hablar con boca de perro, dicho en castellano viejo. Y todo esto, ¿para qué? Rosa concluye La Sombra planteando esa cuestión. La etapa zapateril y la sanchista tienen en común el patrimonialismo como la utilización del Estado para mejorar patrimonios familiares. Cuando escribo, leo que Zapatero está en nómina de una empresa china a la que sirve para colocar sus productos en España. En cuanto a la conexión venezolana, ¿quién teme a María Corina Machado?