Ignacio Camacho-ABC

  • «Sánchez y Abascal se han escogido como némesis voluntarias. Y en medio, la figura de Feijóo aparece desperfilada»

«Se tenía que ir a Egipto, sí, para no perderse una foto en la que no pinta nada. Pero si las cosas le fueran bien ya me dirías tú si hubiese marchado». La rápida salida del presidente tras el saludo a los Reyes fue la comidilla del 12-O en los salones de Palacio, donde los corrillos clásicos han languidecido bastante desde que hace un par de años la Casa decidiese separar por colectivos profesionales a los invitados. «Se ha largado casi en modo Paiporta», bromeaba ante el periodista un antiguo asesor político que ahora se mueve por despachos financieros y universitarios. «Ha convertido en un problema algo importante, que es dar la cara en momentos antipáticos. Los silbidos en el desfile, por ejemplo, son normales pero hay que encajarlos, como hacía ZP, y a este hombre se le nota que su personalidad narcisista no tolera bien las muestras de desagrado. Con esa actitud huidiza sólo consigue incrementar en los adversarios las ganas de abuchearlo».

La otra ausencia del día, la de Abascal, también acaparó buena parte de las charlas. Las sombras de ambos personajes, Sánchez y el líder de Vox, eran como invisibles elefantes paseándose por las alfombradas estancias. El interlocutor atrapaba al vuelo una copa. «Uno y otro se han escogido como némesis voluntarias. Se necesitan tanto como se detestan y esa dialéctica va a ser la tónica de la precampaña. Fíjate en las encuestas de hoy mismo; han atrapado a Feijóo en un fuego cruzado que lo está desperfilando a marchas forzadas. Las expectativas de Santi van como una bala y eso es para Pedro su mejor esperanza, sobre todo después de quedarse descolocado con el acuerdo de Gaza. Yo no sé si la táctica del miedo funcionará otra vez, me parece que no, pero tampoco tiene muchas más cartas mientras la corrupción se lo coma por las patas. Y existe una evidencia muy contrastada: el PSOE es el partido que mejor maneja la conversación ciudadana».

«El PP tiene un problema, y es que en su segmento social se ha instalado, con fundamento, la idea de una mayoría agregada de la derecha. En esa situación, una parte de su electorado tradicional se siente inclinada a renunciar al voto útil y apostar por el más arriscado, el que le pide el cuerpo con más vehemencia, en la tranquilidad de saber que la correlación de fuerzas tumbará al Gobierno de todas maneras. Y luego está el fantasma de Rajoy, que siembra la desconfianza y estimula la tentación de imponerle a Feijóo un socio que le apriete las tuercas. Esos dos factores van a pesar a los populares mientras no se atrevan a levantar barreras por temor a que la gente no las entienda. Vox sí lo hace, incluso pisando los límites del sistema, pero en medio de esta atmósfera de desinstitucionalización y de política-espectáculo es difícil ser el único adulto en escena. Mira, ahí está Juanma, a ver si nos cuenta cómo piensa cerrar la brecha que tiene abierta…».