Gorka Maneiro-Vozpópuli
- Que Hamás se disuelva e Israel se comporte como lo que es: un Estado democrático
El Acuerdo de Paz firmado entre Israel y Hamás es una buena noticia en cuanto que tiene como consecuencia inmediata, o debería tenerla, la detención de los bombardeos israelíes sobre Gaza y, por lo tanto, la detención de la muerte de miles de inocentes, la entrada de ayuda humanitaria en la franja, la liberación de los secuestrados y el compromiso de Hamas de no sólo no tener poder político alguno en la región sino de disolverse como banda terrorista. Veremos especialmente si esto último se cumple. El acuerdo, auspiciado por Donald Trump, que ha aprovechado el miedo que provoca para sentar a dos enemigos irreconciliables y obligarlos a ponerse de acuerdo, no hace desaparecer la violencia que ya ha sido empleada pero al menos detiene la que se venía ejerciendo y, por lo menos en el corto plazo, evita más muertes de inocentes. No es poca cosa.
Por lo demás, no observo ningún avance respecto de la situación en la que se encontraba el conflicto histórico entre árabes e israelíes antes de los atentados de Hamás y la respuesta posterior de Israel; al fin y al cabo, Israel sigue queriendo salvaguardar su existencia como Estado, para lo cual no va a escatimar contundencia militar cuando la considere nuevamente necesaria, y Hamás, aunque debilitada, sigue viva, y con el mismo objetivo que siempre tuvo: borrar a Israel del mapa, para lo cual, a pesar de lo que ha firmado, dudo que vaya a escatimar las acciones terroristas que en el futuro considere necesarias, para lo cual cuenta con aliados teocráticos muy poderosos. Pero bien está lo que al menos bien empieza, aunque es más que dudoso que acabe como una mayoría deseamos. Y si observamos el devenir histórico, lo lógico es ser pesimistas, como suelen serlo las personas bien informadas. Pero vayamos paso a paso.
Algo que lamentar
Si analizamos el Acuerdo, lo primero que debe recordarse es que está firmado por un Estado democrático y una banda terrorista, cada uno de los cuales quiere lograr a toda costa la desaparición del otro: Israel a través del uso de su fuerza militar en demasiadas ocasiones de manera desproporcionada e incluso criminal, como en estos últimos dos años, y Hamás de la forma en que suele actuar una organización terrorista especialmente de su pelaje: con toda la crueldad que puede y sin piedad de ningún tipo. Y, tras la firma de los 20 puntos impulsados por Donald Trump, ninguno de los dos ha renunciado a sus objetivos, legítimos los de Israel (seguir vivo), e ilegítimos los de Hamás (hacer desaparecer a Israel). Para empezar, hay algo que podemos ya celebrar: la liberación de los rehenes secuestrados por los terroristas; y algo que debemos lamentar: la liberación de presos condenados en Israel a cadena perpetua por acciones terroristas, no sólo por el peligro que tal cosa supone para el futuro sino por la injustica que implica; en todo caso, cuando los conflictos están enquistados y el empate tiende a ser infinito, a menudo no suele quedar otra que realizar concesiones antidemocráticas.
Por lo demás, aparte de lo que se ha comenzado a plasmar durante estas primeras horas, el Plan de Paz plantea cuestiones cuya implementación puede ser un quebradero de cabeza y hasta un imposible, por mucho que a los que observamos la guerra desde la distancia nos parezcan impecables: el primero de los puntos, sin ir más lejos, establece que Gaza debe convertirse en «una zona libre de terrorismo», lo que supongo que Hamás e Israel entenderán de modo diferente, salvo que los terroristas se consideren a sí mismos como lo que sin duda son: terroristas. Israel, además, deberá retirarse a la línea acordada y detener sus operaciones militares para la liberación de los rehenes, cosa que ya ha ocurrido, por lo que cabe dilucidar si Israel se mantendrá ahora en esa posición o exigirá antes que Hamás se disuelva y entregue las armas. De hecho, el Plan incluye la amnistía para los combatientes de Hamás que se comprometan a la «coexistencia pacífica y a entregar las armas», lo que viene a ser renunciar a su razón de ser, que no es otra cosa que impedir la existencia pacífica de Israel por la fuerza de las armas.
¿Estado palestino?
En cuanto al futuro político inmediato de Gaza, no sólo no se avanza en la creación de un Estado palestino sino que se propone su administración por parte de un «comité tecnocrático palestino, apolítico, con supervisión internacional y encabezado por figuras como Donald Trump y Tony Blair«, hasta que la Autoridad Palestina pueda asumir su control. Además, se procederá a la destrucción del arsenal militar, la participación de actores regionales para garantizar que «la nueva Gaza no represente una amenaza», o el establecimiento de una Fuerza Internacional de Estabilización. Además, Israel se compromete a no ocupar ni anexar el territorio, con retirada progresiva en función de la desmilitarización y conservando solo el perímetro transitorio necesario para garantizar su seguridad. Otro de los puntos defiende «un proceso de diálogo interreligioso basado en la tolerancia y la coexistencia», cuya ausencia ha provocado el enquistamiento del conflicto durante décadas. Y, aquí sí, la posibilidad sólo hipotética de que se avance hacia «la autodeterminación y el Estado palestino», a lo cual se niega el actual Gobierno israelí pero que parece inevitable e incluso deseable, siempre que no sea gobernado por terroristas y respete al Estado de Israel. El problema es que ahora Gaza está destruida, y es complicado que haya Estado verdaderamente viable sobre toneladas de escombros. En todo caso, es llamativo que ambas partes se comprometan a hacer lo que durante décadas no han hecho, lo que nos recuerda la fragilidad del acuerdo. En todo caso, es un punto de inicio que para la guerra, logra la liberación de los rehenes y permite la entrada de ayuda humanitaria. El conflicto es lo suficientemente antiguo y complejo como para venir aquí y plantear soluciones mágicas. Pero toda solución parece que debe pasar por la existencia de dos Estados que convivan democráticamente, como viene defendiendo la Comunidad Internacional. Que Hamás se disuelva e Israel se comporte como lo que es: un Estado democrático que tiene derecho a defenderse pero que debe respetar los derechos humanos y las normas internacionales. Que los palestinos se liberen de su propio terrorismo y recuperen la esperanza; y que los israelíes se sientan seguros. Casi nada.