Pedro Rodríguez-ABC

  • Su punto de partida han sido sus tres principales motivaciones: dinero, vanidad y nunca quedarse en el bando perdedor

Trump se ha comportado como si estuviera negociando un pelotazo inmobiliario en Nueva York, ignorando al dinero viejo y dejando los detalles para otros AFP

Si algún día Donald Trump gana el premio Nobel de la Paz por lograr contra todo pronóstico un principio de acuerdo de Gaza será a título muy individual. Sin el estilo transaccional e intimidatorio del presidente de Estados Unidos, no hubiera sido posible doblegar tanto a Hamás como a Netanyahu. Y terminar -aunque sea de forma temporal- con la tragedia criminal iniciada el 7 de octubre de 2023. Muchos de sus antecesores en la Casa Blanca lo han intentado, pero Trump lo ha conseguido alterando por completo la forma de abordar un conflicto enquistado desde hace ocho décadas.

El punto de partida de Trump han sido sus tres principales motivaciones: dinero, vanidad y nunca quedarse en el bando perdedor. Con un ‘modus operandi’ que en la práctica ha supuesto un cambio radical con respecto al metodología diplomática intentada hasta ahora con Estados Unidos como mediador. Fuera han quedado interminables y abstractas negociaciones sobre mapas, con discusiones sobre cada piedra, cada olivo, fronteras, lagunas jurídicas e hipotéticos encajes constitucionales de dos Estados.

En su lugar, Trump ha impuesto un enfoque mucho más práctico centrado en el cese de hostilidades, la liberación de rehenes, la reconstrucción de Gaza y oportunidades de negocio. Solamente ha confiado en la ayuda de Qatar, Turquía y Egipto. Pero a él, y solamente a él, corresponde el crédito de haber obligado al gobierno de Netanyahu a abandonar su fantasía genocida de «victoria total» y forzar a Hamás a lo más parecido a una rendición bastante incondicional.

Desde su conocida impaciencia y déficit de atención, Trump se ha comportado como si estuviera negociando un pelotazo inmobiliario en Nueva York, ignorando al dinero viejo y dejando los detalles para otros. Con la elusiva meta final de que tanto palestinos como israelíes tienen mucho más que ganar con la coexistencia pacífica que con su violenta destrucción mutua. A partir de ahora, quién sabe si ‘The Art of the Deal’ trumpista, a medio camino entre el gansterismo y la especulación del ladrillo, también pueda utilizarse incluso para acabar con la guerra de Rusia contra Ucrania.