- Confieso que mi alegría por el premio a María Corina Machado se multiplicó por los ataques de rabia de un puñado de gente a la que desprecio.
Desde que se entregó por primera vez el premio Nobel de la Paz, en 1895, sólo dieciocho mujeres lo han ganado.
Eran diecisiete hasta este viernes, cuando María Corina Machado recibió una llamada desde Oslo en la que un emocionado Kristian Berg Harpviken, del Instituto Nobel Noruego, le comunicó que había ganado la edición de 2025.
“¡Oh, Dios, no tengo palabras!”, contestó ella. Y al instante quiso asegurar que el reconocimiento era para todo el pueblo venezolano, para su lucha valiente, para su coraje.
La conversación, que dura unos minutos, es tan emocionante, tan hermosa, tan sincera, que tras escucharla varias veces la he guardado para escucharla cuando pierda la fe en el género humano, cosa que últimamente me pasa con cierta frecuencia.
La noticia más grande del mundo empezó a circular por las redacciones, por las redes sociales y por los grupos de WhatsApp, y miles de personas compartieron la alegría y la emoción de María Corina.
También, por supuesto, hubo pruebas de mezquindad, cuyo pabellón ondea orgullosamente la peor izquierda española.
Pablo Iglesias se apresuró a comparar a María Corina Machado con Adolf Hitler para dejar bien claro su disgusto.
A sus morritos siguieron los de su señora Irene Montero, los de Juan Carlos Monedero, los de Ione Belarra y demás patulea. A veces, la mejor forma de medir la bondad de una noticia es comprobar quién se molesta por ella.
Confieso que mi alegría por el premio a María Corina Machado se multiplicó por los ataques de rabia de un puñado de gente a la que desprecio.
El PSOE no se atrevió a criticar el premio y camufló su disgusto en un silencio clamoroso.
Algunos callaron por la decepción (había algún pobre enajenado que esperaba escuchar el nombre de Pedro Sánchez en boca de Harpviken). Pero en la mayoría operó sólo la miseria moral del otrora partido de Estado.
Si cuesta entender el silencio del ministro de Exteriores o el del presidente del Gobierno, capaz de felicitar en redes a toda la fauna y flora nacional e internacional por las cuestiones más inverosímiles, más insólito es todavía el de la ministra de Igualdad.
Llevan años dando la turra con la baja representación de las mujeres en puestos de responsabilidad, su escasa visibilidad en los consejos de administración y en reconocimientos de todo pelaje. Pero cuando María Corina Machado gana un premio con escasísima cuota femenina, regatean un puñado de caracteres para darle la enhorabuena.
Si uno echa un vistazo a la cuenta de X de Ana Redondo, encontrará que su tuit fijado es un anuncio absurdo que anima a los hombres a echarle «huevos».
Será que a la ministra de Igualdad le parece que María Corina tiene pocos.