Editorial-El Correo

  • Los socialistas evitan la caída del Gobierno conservador, que ahora debe negociar el Presupuesto para devolver la estabilidad a Francia

El primer ministro francés, Sébastien Lecornu, sobrevivió ayer a las dos mociones de censura que, desde los extremos de la atomizada Asamblea Nacional, aspiraban a poner contra las cuerdas no ya al Gobierno, sino a un Emmanuel Macron cuestionado por el 73% de los ciudadanos. El intento de derribar al Ejecutivo refleja una de las paradojas de la política gala. La iniciativa de La Francia Insumisa se quedó a 18 votos de su objetivo aunque, de haberlo conseguido, su apoyo en unas nuevas elecciones apenas alcanzaría el 10%. La llamada a las urnas resulta más atractiva para los ultras de Reagrupación Nacional, a los que las encuestas atribuyen un 36% de intención de voto. Pero su intento de forzar un adelanto electoral no habría podido contar con Marine Le Pen, inhabilitada por una condena penal que trató sin éxito de ver revertida por el Consejo de Estado.

La negativa del Partido Socialista a la censura proporciona a Lecornu unas semanas de prórroga para la gran urgencia del Gobierno: aprobar antes del 23 de diciembre las Cuentas públicas para 2026. La formación de Olivier Faure no sale indemne del trance, en el que siete de sus diputados rompieron la disciplina de voto. ‘Insumisos’ y ecologistas consideran definitivamente roto el Frente Progresista que venció en las legislativas de 2024 y al que el Elíseo cerró después la vía de la cohabitación. En pro de la recuperación de una estabilidad siquiera temporal, el primer ministro cedió a la demanda de suspender la reforma de las pensiones hasta después de las presidenciales de 2027. La Unión Europea ya mostró ayer su pesar por el aplazamiento del que debía ser el gran legado económico de Macron. Y no será el único precio a pagar para aprobar el Presupuesto.

El proyecto presentado por el primer ministro incumple una exigencia de justicia fiscal que, para los socialistas, pasa por un impuesto del 2% a los patrimonios superiores a 100 millones; la llamada tasa Zucman se plantea en un momento en que el conglomerado del lujo de Bernard Arnault gana 24.000 millones en bolsa en un solo día. La oposición de izquierda cuestiona que el Gobierno prefiera la austeridad para ahorrar 30.000 millones a costa de congelar pensiones, reducir 3.000 funcionarios o gravar las ayudas a estudiantes y enfermos. Así que a Lecornu, y a Macron, se les pone cuesta arriba el objetivo de reducir al 4,7% del PIB el déficit público. Ambos respiran, pero solo de momento.