John Müller-ABC
- Que la acción del BBVA se disparara en Wall Street tras la noticia es una prueba del desalineamiento del criterio de la cúpula y los inversores
El BBVA ha chocado contra un muro. Su oferta pública de adquisición sobre el Banco Sabadell, calificada por éste como hostil, ha terminado con una clamorosa negativa: solo el 25,47% de los derechos de voto han aceptado la oferta, muy por debajo del umbral mínimo del 30% fijado por el propio BBVA para que la operación prosperase. La ofensiva no solo ha fracasado; ha fortalecido al Sabadell y ha puesto en entredicho el juicio estratégico de la cúpula del banco de origen vasco. Que la acción del BBVA se disparara en Wall Street tras la noticia es una prueba del desalineamiento del criterio de la cúpula y los inversores.
Es verdad que la prueba no era fácil. El BBVA se encontró con todo en contra. Pese a la oposición explícita del Gobierno, del empresariado catalán y de los directivos del Sabadell, el presidente del BBVA, Carlos Torres, insistió en una operación que desde su inicio generaba dudas sobre su rentabilidad y su oportunidad política. Fue una apuesta personal, pero ni la prima ofrecida ni la promesa de sinergias lograron convencer a los accionistas. La resistencia de los minoristas y la cautela de los fondos especulativos, que esperaban una segunda oferta más generosa, sellaron la suerte de la opa. Aunque Torres recalcó en varias entrevistas que no pensaba dimitir si la operación no salía adelante, será difícil que pueda continuar con este baldón en su historial por muchos anuncios que haga para tapar el fracaso.
Este resultado no es solo un revés financiero. Es un error de lectura del contexto institucional y de mercado. El intento del BBVA ha activado reflejos defensivos en un ecosistema ya sensibilizado por el retroceso de centros de decisión en Cataluña y la pérdida de diversidad bancaria. El Sabadell, liderado por Josep Oliu y César González-Bueno, ha sabido convertir su narrativa de independencia en un activo reputacional, defendiendo que su valor como entidad autónoma supera lo ofrecido por el BBVA. Los hechos les han dado la razón y la manera agresiva en la que se han defendido de la opa será estudiada con detalle en las escuelas de negocio.
La CNMV ha confirmado que, al no alcanzarse el umbral del 30%, y siendo este inrenunciable, la opa no tiene validez. La ley impide ahora al BBVA lanzar una nueva oferta durante al menos un año, lo que congela cualquier posibilidad de fusión a corto plazo. El mercado, que apostaba por una toma de control parcial y una segunda fase negociadora, se ha visto sorprendido. La estrategia especulativa de algunos fondos ha quedado en nada.
El episodio deja una lección clara: las grandes operaciones corporativas requieren algo más que ambición y respaldo financiero. Exigen sentido de oportunidad, manejo institucional y capacidad de persuasión. El BBVA falló en las tres. Su prestigio queda tocado, su reputación institucional erosionada y su estrategia en Europa, más incierta. En cambio, el Sabadell sale fortalecido, con el aval del mercado y una renovada legitimidad para seguir su camino en solitario que también es una incógnita. En la pugna entre el grande y el pequeño, ha ganado el segundo, porque en los procesos evolutivos no siempre gana el más fuerte, sino el que mejor se adapta. jmuller@abc.es