Tonia Etxarri-El Correo

Del toque de atención de Junts al presidente del Gobierno y la lección de antifascismo que pretendió dar Bildu en la sesión del Congreso de los Diputados, la primera intervención sonó a penúltimo aviso para cambiar de ciclo y la segunda consiguió soliviantar a la mitad del hemiciclo. El movimiento de la portavoz del prófugo que espera ser amnistiado no fue tomado con la trascendencia debida en la Moncloa. Le intentaron restar importancia. Se trataba de un juego de palabras. Pero, por si acaso, escuchaban con atención los avisos de sus socios de la derecha nacionalista catalana. El requerimiento a Pedro Sánchez para que se deje de cambios de horarios y empiece a pensar en la hora del cambio, va en serio. No fue un adorno en el escaño. Lo cierto es que en el entorno de Puigdemont insisten en que han iniciado su proceso de abandono de Sánchez, condicionado por los sondeos desfavorables y por el ascenso demoscópico de Aliança Catalana.

Y en ese cálculo de abandonar a Sánchez, sin romper, Junts mantiene coincidencias con el PP. Su líder emplazó ayer al presidente con una pregunta formalmente ingenua: «¿Hay financiación ilegal del PSOE: sí o no?». Evidentemente, la respuesta de Sánchez fue un lacónico «no». ¿Qué otra cosa esperaba Feijóo? No obstante y, contrariamente a muchas premoniciones periodísticas, los socialistas no utilizaron el arma arrojadiza del último juicio de la macro causa de la trama ‘Gürtel’ para evitar comparaciones. Así es que un presidente cercado por la corrupción de su entorno, incapaz de dar una sola respuesta convincente, prefirió cuidar a sus socios que, algunos de ellos, ya le van dejando en la estacada de la minoría parlamentaria en demasiadas ocasiones. Por eso, al hartazgo escenificado por Miriam Nogueras respondió, haciendo gala de su ‘sordera’ parlamentaria, diciéndole que hay que estar orgullosos de lo bien que le va a Cataluña con el Gobierno de Illa, ahora que, precisamente, se ha profundizado la brecha entre el PSC y Junts.

Con Bildu, sin problema. Lo que más chirría de la política actual es el cuajo de quienes se empeñan en dar lecciones de lucha antifascista cuando son los menos indicados para presumir de una trayectoria impecable en la defensa de los derechos humanos. Los que ETA vulneró provocando un saldo de 858 asesinados, 2.600 heridos y casi 90 secuestrados. Por no hablar de extorsionados y amenazados. .

Una cosa es que la vinculación de Bildu con el pasado terrorista de la banda haya sido blanqueada por el Gobierno («Bildu ha tenido más responsabilidad que el PP» llegó a decir el exministro Ábalos en su tiempo de gloria) y otra muy distinta que se permitan abanderar la lucha antifascista. Pero Mertxe Aizpurua puede hacer lo que se le antoje. Sus seis escaños valen su voto en oro para Sánchez. No por casualidad la polémica Ley de Memoria Democrática que reabre heridas que habían sido cerradas en la Transición fue confeccionada al alimón por los socialistas y Bildu, tan cómodos en la recreación de un falso empate de crueldades entre el Estado de derecho y ETA. Pero así se está reescribiendo la historia. Tergiversándola.