Miquel Escudero-Catalunya Press
martes, 21 de octubre de 2025, 18:33
- Los nazis programaron y ejecutaron el exterminio de los judíos, a quienes previamente acosaron y humillaron hasta la saciedad, no tanto por su religión como por su etnia
Los nazis programaron y ejecutaron el exterminio de los judíos, a quienes previamente acosaron y humillaron hasta la saciedad, no tanto por su religión como por su etnia. Tras el Holocausto surgió la palabra genocidio que hoy se aplica de forma compulsiva para despiadados ataques bélicos y crímenes de guerra, donde sobre todo mueren civiles. No se aplicó esa voz a los brutales ataques aéreos a la ciudad alemana de Dresde, arrasada literalmente del mapa en tres días de 1945; ¿quiénes los quieren recordar? Tampoco hay que dejar de notar que quienes tienen esa palabra todo el día en la boca la descartan para describir los propósitos de la organización totalitaria Hamás, y protestar por sus salvajes acciones; cuando proclaman su objetivo de aplastar al Estado de Israel y su odio a muerte a los judíos.
Los antisemitas alentaron y ‘justificaron’ la obsesión de los sionistas por controlar a los suyos: no sólo protegerlos, sino imponiéndoles su jerarquía. Asumiendo la persecución antisemita, los sionistas se autorizaron poder coaccionar a los ‘inexorablemente’ declarados judíos para que se comportasen como lo han de hacer, siguiendo su patrón de buenos judíos militantes.
La pensadora francesa Simone Weil murió en 1943, con sólo 34 años de edad. Hermana menor del gran matemático André Weil, pieza fundamental del grupo Bourbaki, Simone fue educada en un ambiente laico y al margen de la tradición hebrea, incluso sólo supo de su origen judío cuando era mayor. De ningún modo podía ser una judía renegada, como algunos pretenden; resultado de la soberbia, agresividad e intolerancia de quienes se erigen custodios y paladines supremos de la ortodoxia.
Robert Chenavier, responsable de sus Obras Completas y presidente de la asociación para el estudio de su pensamiento, ha escrito Simone Weil y la cuestión judía (Trotta), donde rebate juiciosamente y con pormenor las acusaciones vertidas sobre ella de ser indiferente al etnocidio del pueblo judío, y ‘consentirlo’. Son ataques torticeros y contundentes, que agotan la paciencia del más pintado; no sé hasta qué punto merecen réplica, porque están hechos para ser discos rayados.
Debe destacarse que Simone Weil no se oponía a la formación de un hogar judío, sino a la formación de una nación judía en Palestina, un proyecto que preveía degeneraría fatalmente en una tribu guerrera, al quedar absorbidas sus fuerzas por el temor al ataque e invasión de sus fronteras. En verdad, ella no sentía vergüenza por ‘ser’ judía, simplemente entendía que no tenía por qué declararse como tal. Se había desclasado de su origen social y optado por vivir como una pensadora obrera; con 25 años de edad y a pesar de tener una frágil salud, se empleó unos meses como obrera de una fábrica para probar la dureza del trabajo en cadena. Pero su identidad judía venía dictada por una sociedad que la marcaba impersonalmente, y no por ella misma, que, desde la cuna, había vivido de espaldas a esa herencia. Con Simone Weil se puede plantear el ‘problema judío’ como símbolo de un problema general de nuestra civilización: el de aceptarse o rechazarse con relación a una sociedad que te designa como ‘judío’, y como tal te debes comportar. Se hace inevitable recordar que Jesús fue un judío que no se alineó con el judaísmo oficial frente a Roma.
Simone se sintió muy atraída por la figura de Cristo y afirmó que dondequiera que haya una desgracia está la Cruz, «la Cruz de Cristo es su verdad». Buscaba articular lo sobrenatural con la acción pública y el sacrificio. Le preocupaba la promoción de una sociedad fundada en una espiritualidad auténtica. Localizaba como auténtico un pensamiento religioso siempre que éste tuviera una orientación universal.
¿De quién es Simone Weil? Por ser persona y no una cosa, no era propiedad de nadie, era de ella misma. Había querido ser una pensadora francesa responsable y comprometida con la verdad y con una empatía profunda y emocional con los más desfavorecidos. A ello dedicó su vida, en eso se convirtió. Dejó una herencia de singular calidad para que las personas de buena voluntad la pudieran aprovechar. Está a la disposición de todos.
Naturalmente, se puede discrepar de ella, en algunas cuestiones o en todas. Pero quiso ser independiente con toda energía y verdad, sin poses. Considero que leerla, con atención y sin prejuicios, produce insospechados beneficios. En primer lugar, el deseo de dejar de ser esclavos de las sombras, lo que no es poco. Y no jugar a lo que te dictan autoritariamente o de forma sibilina.