Editorial-El Español

Junts escenificó este miércoles un vuelco en su discurso con respecto al Gobierno que iba a dejarse notar pronto. Con la expresión empleada durante la última Sesión de Control, «es la hora del cambio», Miriam Nogueras quiso marcar un punto de inflexión que no pasó desapercibido en Moncloa.

Al hablar por primera vez de «cambio», el partido de Carles Puigdemont dejó entrever una ruptura con el PSOE, sembrando dudas sobre la continuidad de la legislatura.

Pero no es la primera vez que Junts lanza un ultimátum y amenaza con romper el pacto que sostiene al Gobierno.

Durante meses ha amagado con suspender las relaciones debido al incumplimiento de Sánchez de los compromisos adquiridos a cambio de la investidura: ni se ha reconocido el catalán en la UE, ni se han traspasado las competencias de inmigración a Cataluña, ni se ha avanzado en la financiación singular, y la amnistía para Puigdemont sigue sin materializarse.

Pareciera que ahora, no obstante, el cisma es mayor. Hasta el punto de que Sánchez ha pedido este jueves a Junts «tiempo» para cumplir con los acuerdos firmados.

Junts está decidido a mostrarle al Gobierno que esta vez va en serio, y que su acuerdo global se ha terminado.

Por un lado, ha resuelto someter a consulta de su militancia la decisión que alcance su ejecutiva sobre el mantenimiento o la ruptura del Acuerdo de Bruselas. Aunque esta votación no compromete a nada a la directiva, la maniobra sirve para ejercer presión sobre el Gobierno.

Al mismo tiempo, como informa EL ESPAÑOL, la cúpula de Junts y Puigdemont debatirán la posibilidad de apoyar una moción de censura instrumental contra Sánchez, con un candidato alternativo a Feijóo.

El objetivo no sería investir a un nuevo presidente, sino forzar la caída del actual Ejecutivo y convocar unas elecciones anticipadas. Bajo esta fórmula, quedaría vencido el veto que ha impedido hasta ahora a Junts sumar sus votos a los del PP en una ecuación con la presencia de Vox.

El problema es que Junts ha perdido toda credibilidad: las sucesivas prórrogas que le ha concedido a Sánchez después de haber amenazado con retirarle su apoyo no invitan a pensar que en esta ocasión vaya a ser diferente.

Pero, sobre todo, el órdago no resulta creíble porque la verdadera prioridad para Puigdemont no son las urnas, sino garantizarse la impunidad.

El prófugo no va a dejar caer la legislatura antes de que le haya sido aplicada la amnistía. Máxime teniendo en cuenta que el Tribunal Constitucional ha retrasado la resolución de su recurso de amparo hasta la primavera de 2026, y que la Fiscalía se ha opuesto a suspender la orden de detención que pesa sobre él.

Es verdad que la impetuosa irrupción de Aliança Catalana añade un factor de inquietud para Junts que trastoca los equilibrios de la política catalana. Pero nada tendrían que ganar los independentistas con unas elecciones generales anticipadas a las que Silvia Orriols no se presentará. A lo sumo, a los alcaldes de Junts les interesa que las generales tengan lugar antes que las municipales.

El escenario más verosímil sigue siendo el de que se produzca un adelanto electoral el año que viene, cuando también pueda resultarle conveniente al PSOE. Porque tampoco los socios de Sánchez, como ha reconocido este jueves Aitor Esteban, consideran que vaya a poder agotarse la legislatura sin aprobar unos Presupuestos.

Por mucho que se revuelva, Puigdemont sigue al albur de Sánchez. Y por eso la amenaza de ruptura, la consulta a la militancia y el globo sonda de la moción de censura se aparecen como lo que son: meras herramientas de presión para intentar salvar el tipo frente a Sánchez mientras se siguen dejando engañar por él.