Eduardo de Rivas-El Debate
  • Lo ocurrido en 2017 fue un golpe de Estado, por mucho que el Gobierno haya indultado y amnistiado a sus responsables. Si a Sánchez no le hubieran faltado siete escaños, hoy seguiría prometiendo poner a Puigdemont ante la Justicia

Este jueves, varios medios de comunicación informaron equivocadamente sobre la noticia del fallecimiento de Antonio Tejero. Surgieron rumores en las redes sociales debido al agravamiento de su salud, un periódico lo publicó y muchos otros siguieron su mismo camino. También numerosas personas conocidas, del ámbito de la política y de otros sectores, que dieron por buena la información. Una de ellas fue Cayetana Álvarez de Toledo, que puso un tuit en el que decía «La democracia española ha sufrido dos golpes de Estado: 1981 y 2017. Ha muerto el autor del primero». Al desmentirse la noticia, la diputada del PP se apresuró a borrarlo y la izquierda no tardó en cargar contra ella pensando que lo eliminaba porque hubiera reflexionado y no porque Tejero no hubiera fallecido.

En la izquierda, ha calado ya la idea de que lo ocurrido en Cataluña en 2017 fue un acto político y no un ataque a nuestro Estado de derecho. Años atrás, era habitual que las palabras «referéndum ilegal» acompañaran siempre al 1-O, algo que ya ha quedado en el olvido. Esa llamada «normalización» llevada a cabo por el Gobierno de Sánchez no ha sido otra cosa que tratar de que la sociedad recuerde de otra manera lo que sucedió. Lo ocurrido en 2017 fue un golpe de Estado y hay que llamar a las cosas por su nombre, por mucho que el Gobierno haya indultado y amnistiado a sus responsables a cambio de mantenerse en Moncloa. Si a Sánchez no le hubieran faltado siete escaños en las últimas elecciones, hoy seguiríamos escuchándole prometer que Puigdemont rendiría cuentas ante la Justicia. Pero, como los resultados del 23-J fueron los que fueron, estamos esperando fecha para el encuentro entre el presidente del Gobierno y un prófugo, lo que supondrá la enésima humillación de un Estado ante unos delincuentes que trataron de romper el país. Amnistiados, pero delincuentes. Delincuentes amnistiados.

Por eso, Cayetana Álvarez de Toledo tenía toda la razón en recordar la historia como pasó. Porque el 23-F fue un golpe de Estado que nadie niega, pero el 1-O fue otro que solo una parte de la sociedad parece querer recordar. A la otra parte le conviene contar de otra manera lo ocurrido para que no le haga daño en las urnas. Pero aquello pasó, no fue una ensoñación. Se convocó un referéndum ilegal, se declaró la independencia unilateral de Cataluña y se pagó con un dinero público que este Gobierno ha decidido perdonar. Que no caiga en el olvido.