Carmen Martínez Castro-El Debate
  • Esa moción, instrumental o no, nunca se va a producir. Y no porque Puigdemont no sea tan fullero como Sánchez, sino porque el propio Sánchez convocaría las elecciones en el momento en que sospechara que la moción es posible

Antes de que la derecha política y mediática se zambulla en uno de esos debates estériles que tanto le entretienen y tantas horas de tertulia consumen, yo apostaría por ensayar la cara de póker y no calentarnos la cabeza con la hipótesis de una moción de censura que desaloje a Sánchez de Moncloa. Esa moción, instrumental o no, suena a trampa para osos y nunca se va a producir, no porque Puigdemont no sea tan fullero como Sánchez, sino porque el propio Sánchez convocaría las elecciones en el momento en que llegara a sospechar que la moción es posible. Si no queda más remedio que ir a elecciones es mucho más inteligente hacerlo desde el poder que cuando a uno le acaban de arrebatar todos los resortes del Gobierno. Imagínense la terrible orfandad: ir a elecciones sin la pulcritud informativa de Intxaurrondo, Cintora o Santaolalla.

Sin embargo, algo indica que Sánchez ha empezado a barruntar el adelanto electoral. Ahí está la rectificación fulminante y bochornosa que impusieron a la ministra de Seguridad Social en la batalla que esta había iniciado contra los autónomos. Ahí está también la pertinaz negativa del presidente a acometer la crisis de Gobierno que le están pidiendo las distintas federaciones territoriales y que serviría para dar algo de impulso político a su maltrecho proyecto. De los presupuestos ya ni hablamos y, si faltara algún detalle adicional, últimamente circula por las redes un mensaje en árabe destinado a los marroquíes que viven en España animándoles a hacer campaña por el PSOE frente a partidos «racistas y hostiles» como el PP y Vox.

Si Vox no estuviera tan obsesionado con robar votos al PP y el PP tan aterrorizado por la subida de Vox, ambos podrían sacar rendimiento a las enormes debilidades de Sánchez. Su calendario judicial es sencillamente pavoroso y el «gobiernodecorrupciónpararato» se desangra a ojos vista de todo el mundo. Los socios parlamentarios marcan distancias, pero es mucho peor que uno de los socios de Gobierno se haya lanzado a hacer oposición a Sánchez desde la misma mesa del Consejo de Ministros. El cohete económico presenta cada vez más desconchones sociales y la propaganda gubernamental en esta materia llega hasta el momento de enfrentarse al cajero del supermercado cuando la docena de huevos se ha puesto en cuatro euros.

Claro que Sánchez quiere aguantar todo lo que pueda en Moncloa, pero hasta él sabe que el deterioro es galopante e irreversible. Miriam Nogueras ha sido la primera en tirarle a la cara su corrupción y apuesten que no será la última porque todos los socios están pensando ya en clave electoral. Hasta el bloque de izquierdas en el Consejo del Poder Judicial se acaba de romper en medio de un estrépito de declaraciones destempladas y ruido de portazos.

Esta legislatura ominosa es responsabilidad exclusiva de Sánchez y Puigdemont; ambos deben hacer frente a las consecuencias de sus decisiones. En cuanto a la derecha, en vez de fantasear con mociones de censura debe prepararse para conseguir una victoria rotunda cuando se convoquen elecciones y no parece que la deslealtad con los gobiernos autonómicos en Extremadura o Aragón sea el mejor procedimiento para ello.