Tonia Etxarri-El Correo
Estem fins als nassos’. Se expresaba así de elocuente la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, justo cuando empezaba el año 2025, para escenificar su hartazgo de promesas incumplidas por parte de Pedro Sánchez. Desde aquella sesión parlamentaria en la que Junts escenificó que estaba hasta las narices, no le ha dado tregua al presidente del Gobierno. Comenzó el año tumbando un decreto ómnibus y coincidiendo en votos, con el PP y Vox, para echar para atrás unas cuantas iniciativas legislativas haciéndole pasar al presidente por un vía crucis parlamentario. Tras un año de amagues y envites, después de haber pedido a Sánchez que se sometiera a una cuestión de confianza, ha llegado el plante, que viene a ser una ruptura pero sin moción de censura.
La decisión de Puigdemont, anunciada ayer desde Perpiñán, iba adornada por una lista de agravios. Pero, en el fondo, no hay otra novedad que la de constatar que Sánchez no tendrá Presupuestos. Ni pidió elecciones ni mociones mientras Vox forme parte de la ecuación.
El prófugo de Waterloo nunca debió tener la relevancia que le ha regalado Pedro Sánchez. Con un desfile de interlocutores, incluido el observador salvadoreño como mediador, el diplomático Francisco Galindo, un Zapatero rescatado y un secretario de organización del PSOE como Santos Cerdán, actualmente en prisión provisional. Quizá Sánchez nunca debió de iniciar una legislatura ‘fake’, con una mayoría cogida con alfileres y pendiente de las exigencias constantes de cada uno de sus aliados de ocasión. Se han servido a sí mismos socavando algunos principios democráticos con normas como la de la amnistía, por ejemplo, y han forzado a retorcer la ley hasta límites difíciles de digerir. Pero Sánchez -el «César», según el desengañado exministro socialista Jordi Sevilla- sólo pensó en auparse al atril. Y, para mantenerse, rescató del ostracismo al independentista que salió huyendo de Cataluña y ahora está probando la hiel de esta experiencia.
Después de un camino lleno de tropiezos, a Puigdemont ya no le interesa hacerse la foto con Pedro Sánchez. Que todavía no se haya visto beneficiado por la amnistía no es culpa del presidente; cierto. Pero es culpa de quien le hizo creer que podría aplicar una legislación que no dependía de él. Ni el ardid de última hora de Sánchez convenciendo al canciller alemán, Friedrich Mertz, para avenirse a negociar el desbloqueo de la oficialidad del catalán en Europa, ha conmovido a Puigdemont. Que piensa, sobre todo, en su ubicación electoral. Las encuestas colocan a Aliança Catalana pisándole los talones. ¿Le interesa a Junts ir a elecciones, ahora? Parece que no. Pero se juega su supervivencia. Por lo tanto, no ha habido un cambio radical en la esencia. Le interesa, sobre todo, decir a su electorado que deja de ser la muleta de Sánchez. Eso es todo.
Ya se sabía que Pedro Sánchez no va a tener Presupuestos. ¿Y? García Page ve muy difícil agotar la legislatura. Pero Sánchez seguirá. Sin Presupuestos. Sin apoyos. Con Junts «fins als nassos». Pero, mientras no haya mociones de censura o los informes de la UCO le pongan en un compromiso… alfombra roja.