Ignacia De Pano-Vozpópuli

  • Nunca el gobierno de España había estado en manos de gente de peor condición

La palabra fontanero deriva del término latín “Fontanarius”, proveniente a su vez del sustantivo “Fons, Fontis” (manantial) con el que se designaba a las personas encargadas de las fuentes y surtidores de agua en la Antigua Roma. Como explica Maria Belmonte en su delicioso ensayo Los murmullos de agua, (Editorial Acantilado), dedicado a las fuentes ornamentales del mundo clásico, el Renacimiento y el Barroco europeo, se siguió denominando fontaneros, es decir, los que construyen y hacen funcionar las fuentes, a los profesionales que se ocuparon de ellas y les dieron vida durante esos siglos prodigiosos.

El enchufe de Ábalos

Por eso es una lástima que un término que en su esencia huele a fresco y a agua que brota entre diocesillos y bosques de mármol venga ahora a utilizarse para referirse a los oscuros tejemanejes de un personaje como Leire Díez. Desde el principio de su andadura política en la localidad cántabra de Vega de Pas a la que llegó un día desde el País Vasco sin que nadie la conociera en el pueblo a enredar primero todo lo que pudo en el Ayuntamiento y a hacerse con un concejalía después para pasmo de sus sufridos vecinos, la carrera de esta presunta periodista sin periódico no ha sido más que la negación de todo lo que ha sido en la Historia un fontanero de verdad.

Cuando el PSOE decidió apartarla de la actividad política directa para así aprovecharse mejor de sus habilidades innatas para los chanchullos, fue Ábalos, el gran colocador en empresas públicas de todo tipo de señoras y señoritas, el que medió con Cristina Narbona para que Leire la feminista, otra más de las de enchufe directo por llamada telefónica de un señor, accediera a empleos muy bien remunerados para los que carecía de la menor capacitación profesional en Enusa y Correos.

En sus trabajos en la sombra, en los que tan bien se desenvolvía esta concejala de aldea con pinta de haber sido dibujada por el gran Ibáñez como personaje secundario de la TIA, debía causar en sus incrédulos interlocutores un curiosa mezcla de estupor, risión y miedo. Rodeada de tipos tan oscuros como ella, salidos todos como de un casting para una película de géngsters de serie Z, no ha habido asunto de importancia nacional en el que esta extraña mujer no haya decidido intervenir para forzar la partida en favor de su señorito Sánchez. Los sujetos de sus atenciones pueden ser fiscales, altos ejecutivos del Banco Sabadell, o empresarios huidos. Con la osadía del ignorante allí está ella para ofrecer, insinuar o advertir, según le conviniera al partido que ahora la niega.

Argumentos de quinta

Pero con lo que no contaba Leyre es con la exposición pública. El vídeo de la teleconferencia con el empresario huido desde el despacho de un abogado la mostró al mundo tal como era, tan decidida como ignorante, tan bravucona como torpe. La luz no le sienta bien a esta manipuladora en la sombra. Los argumentos esgrimidos eran zafios, simplones, de quinta. Hasta para ser malo maquiavélico hay que servir, y Díez es la fontanera que se merece este gobierno de ábalos, Koldos y Cerdanes con sus Vanessas y sus misses y sus sobres en metálico para los dirigentes del partido en Ferraz.

Nunca el gobierno de España había estado en manos de gente de peor condición y Leire Diez, la que llegó antes de hora a su propia conferencia de prensa para pasarse veinte minutos haciendo posturitas para la prensa, es la mejor prueba de ello. No merece, aunque lo sea, llevar el viejísimo y noble apelativo de fontanera. Vamos a dejárselo a quienes de verdad lo merecen, los grandes profesionales que se ocupan del correr domesticado de las aguas, que es lo mismo que decir la vida y la civilización.