Francisco Rosell-El Debate
  • Moreno Pavón volará hacia el nido de oro con una copia de la contabilidad del partido. Incluidos los pagos en metálico, bajo la apariencia de notas de gasto, al presidente y a otros dirigentes, cuya procedencia debe conocer de primera mano

Bajo la espada de Damocles de las indagaciones judiciales sobre la intuida financiación ilegal del PSOE, Pedro Sánchez asiste hoy pávido a la declaración ante el juez del Tribunal Supremo, Leopoldo Puente, de su estrecho confidente, Mariano Moreno Pavón. Quien fue director gerente del PSOE desde junio de 2017 hasta julio de 2021 ha sido emplazado, junto a la cajera de los cajones, Celia Rodríguez, para que testifique sobre el origen de los aparentes abonos en B a tres elementos de «la banda del Peugeot» –José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García– asociados con Sánchez en su abordaje a Ferraz y a La Moncloa.

Sin duda, al jefe del Gobierno esto le quita más el sueño que su tuya-mía con Puigdemont, pues la pregonada ruptura de relaciones por parte del prófugo que lo hizo presidente no revertirá en una moción de censura que lo defenestre usando igual proceder que para entrar por la gatera en 2018. No en vano, este guardián de las cuentas del sanchismo tiene para su jefe de filas un valor superior al del uranio enriquecido, a juzgar por su nómina de 245.000 euros en la empresa pública Enusa. Allí le puso jaula de oro para que no cantara ante las indagaciones de la Guardia Civil con la escolta de Leire Díez, fontanera-jefe del comando socialista de Santos Cerdán, hoy en prisión preventiva, para su guerra sucia contra jueces, fiscales, policías y periodistas tocapelotas.

La comparecencia de este hortelano de las «lechugas», según la jerga de los imputados para referirse a los billetes verdes de 100 euros, se registra 48 horas antes del que el «puto amo» del huerto atestigüe ante el Senado sobre la misma trama. «Noverdad» Sánchez no podrá mentir. Sin embargo, al resultar para él un imposible metafísico, buscará sacudirse ese imponderable legal, erigiéndose en fiscal, en vez de fiscalizado, con el consabido «y tú más».

El testimonio de Mariano Moreno es clave para desentrañar la madeja de las supuestas cobranzas ilícitas de un PSOE que atiborró sus arcas, coincidiendo con el confinamiento del Covid-19 y con los pingues negocios –mordidas mediante– por la adquisición de mascarillas fraudulentas. Fue el tiempo en el que el secretario general de Puertos del Estado, Álvaro Sánchez Manzanares, tranquilizaba a su equipo con que el presidente del Gobierno estaba detrás. Al apostillar su jefa de contratación, Aránzazu de Miguel, que «espero no acabar en el fondo del Manzanares con una losa de hormigón en los pies», este alto cargo del ministerio de Ábalos añadía: «Después de esto nos vamos a gestionar el cártel de Cali».

Mientras la mayoría de los españoles andaba con el alma en vilo, el Rey Midas Mariano Moreno cosechó una recaudación récord con un plan Luz Verde que se sacó de la manga para la «transformación ecológica y digital» del PSOE con microcréditos al 3 %. Una contribución «verde y con asas, alcarraza», como en el dicho popular sobre aquellos botijos artesanos de barniz verdoso. Además de 405.200 en donativos para «proyectos de investigación» sobre el COVID, y otros 4,7 millones en microcréditos para las elecciones de 2019 que brindaban intereses del 2,5 %. Todo lo cual movía a la sospecha de posible cauce de blanqueo de coimas por obras públicas descontado lo que se quedaban en sus uñas los comisionistas del partido.

Ello traía a la memoria el polémico micromecenazgo del ‘Bancal de Rosas’ con el que, siguiendo el patrón de Podemos, Sánchez sufragó sus primarias de 2016 y que hubo de cerrar abruptamente al manar caudales a caño roto que cantaba por todas partes. Como sería la cosa, que hasta el Tribunal de Cuentas despertó de su letargo. En ese copioso «crowdfunding», Moreno Pavón desempeñó un rol capital, junto al hoy delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, alfil del ministro Bolaños. De hecho, fue la rampa de lanzamiento para ser designado gerente del PSOE por parte de Sánchez, al que le había filtrado, saltándose a la torera a la comisión gestora, el censo de militantes para derrotar a Susana Díaz aprovechando que era un doméstico de Ferraz.

En su meteórica promoción, Mariano Moreno evocaba a otro Moreno, a Mario Moreno ‘Cantinflas’, en una de sus festejadas películas del genio del humor mexicano. En «Sube y Baja», interpreta al ascensorista de una tienda de deportes que, dando tumbos de perro apaleado, acumula fracasos hasta que la providencia acude al rescate. Por una carambola del destino, aquel don nadie termina en los confortables brazos de la fortuna mudando su uniforme por un traje del gran porte. Hasta aparecer su buena estrella, consolaba su desdicha con el consejo de su tía carnal: «¡Ojalá la vida te coloque, no donde des, sino donde agarres!». Oído su íntimo anhelo, se liberó del montacargas y se encaramó a un acomodo cimero desde el sótano de su existencia.

Desde su posición de privilegio, Mariano Moreno vale más por lo que calla que por lo que habla al estar en el secreto de la caja negra de un sanchismo que despliega la hipocresía del simpar Groucho Marx, en Sopa de ganso, pero sin su ángel: «No permitiré injusticias, ni juego sucio, pero si se pilla a alguien practicando la corrupción sin que yo reciba una comisión, lo pondremos contra la pared… ¡Y daremos la orden de disparar!» Al fin al cabo, como exhibía en la época del fraude los ERE, Laura Gómiz, presidenta de la empresa pública andaluza de capital riesgo Invercaria, a la hora de instruir cómo montar «a posteriori» expedientes en favor de militantes socialistas, «si me comprometiera con la ética, no estaría trabajando en esta organización».

Pero, conociendo el paño, no extrañará que, como revelaba Alejandro Entrambasaguas en El Debate, Moreno Pavón volara hacia el nido de oro con una copia de la contabilidad del partido. Incluidos los pagos en metálico, bajo la apariencia de notas de gasto, al presidente y a otros dirigentes, cuya procedencia debe conocer de primera mano. Entre ellos, el de la empresaria Carmen Pano al ser su despacho aledaño a la sala donde está, según depuso ante el magistrado Leopoldo Puente, entregó una bolsa con 90.000 euros en metálico. Si el patriotismo puede llegar a ser el refugio de los canallas, el «patriotismo de partido», por el que las conductas punibles no se juzgan por su naturaleza, sino por su autor, ha conducido a España a una situación límite con políticos disolutos e infectos.

En esas gravosas circunstancias, con seres corruptibles que solo se atienen a la ‘omertá’ de los clanes mafiosos, solo puede ser optimista un cínico o un creyente en la Justicia. Podrá constatarse con toda probabilidad hoy con el hortelano de las «lechugas» ante el juez del Tribunal Supremo y el jueves, sin solución de continuidad, con el dueño del pútrido huerto ante el Senado que debiera recordarle aquello de: «Considérese bajo juramento».