Ignacio Camacho-ABC
- Feijóo sostuvo a Mazón para no señalarlo como único responsable. Ahora el relevo lo piden hasta sus propios votantes
La encuesta de GAD3 para ABC demuestra que los valencianos son perfectamente conscientes de que las responsabilidades derivadas de la dana involucran a los dos grandes partidos. Sea por falta de prevención hidráulica, por fallos en la alerta, por el retraso de la reconstrucción o por cicatería en el auxilio, el juicio crítico de los ciudadanos señala al PP y al PSOE –en el orden que cada cual prefiera– en su veredicto, y en consecuencia la intención de voto se desplaza en beneficio de las formaciones carentes de poder político o administrativo. Vox y Compromís suben y los otros bajan, así de sencillo. Esa tendencia se intensificará cuanto más insistan los socialistas y los populares en apuntar al adversario para exculparse de sus propios errores y/o descuidos. La gente sabe muy bien lo que pasó porque lo ha visto y sufrido, y ante una experiencia tan dramática no ha lugar al sectarismo ni sirven los argumentarios evasivos de carácter unívoco.
El PP se negó hace un año a descabalgar a Mazón para que no pareciera el único responsable. Ahora ya tiene datos para comprobar que el electorado reparte con lúcida simetría sus censuras sobre la catástrofe. Pero también para constatar que el presidente autonómico cuenta con el reproche de la mayoría de sus votantes y que el castigo será mayor mientras más tarde se produzca un relevo que desde el principio se demostró inevitable. Quizá Feijóo prefiera quemarlo del todo en las tareas de recomposición estructural y en las investigaciones judiciales antes de abordar un remplazo repleto de dificultades, entre otras la necesidad del concurso de Vox, poco probable mientras la opinión pública incube un lógico deseo de catarsis. Es lo que sucede cuando se postergan las decisiones: ahora su avance en la Comunidad Valenciana se ve frenado por el lastre de un cadáver político andante, incapacitado para repetir como candidato y decidido a atrincherarse.
El asunto va a ir a peor. Cada día se conocen nuevos detalles, y ninguno positivo, de su bochornoso y mal explicado abandono del puesto de mando. Está tan acosado por la oposición como por las evidentes contradicciones de su relato. Se ha convertido en una diana fácil donde la propaganda sanchista concentra sus disparos, un blanco perfecto para organizarle multitudinarias manifestaciones de rechazo. Una buena porción de sus electores lo ha abandonado y los dirigentes nacionales, incluido el líder, dan demasiados rodeos a la hora de expresarle respaldo por miedo a pillarse las manos. Es una apuesta perdedora, una brasa, un chicharro. Pero ya no es a él sino a su jefe de filas a quien corresponde exhibir el listón ético que en caso de llegar al poder piensa exigirse a sí mismo y aplicar a sus subordinados. Y resolver, dado que existe una posibilidad verosímil de imputación, si se arriesga a asumir los efectos de haberlo sostenido en el cargo.