- Evidentemente, si a García Ortiz lo hubiese nombrado un Gobierno de derechas, llevaría dos meses en su casa por su gravísimo caso de guerra sucia política
 
Todo indica que Mazón anunciará hoy su renuncia. El cañón de las televisiones de Sánchez, el señalamiento del Gobierno y unas voces destempladas en el homenaje de Estado a las víctimas, que no funeral, lo han conseguido. Génova, que arrastra un triste complejo de inferioridad ante la izquierda, le ha enseñado la puerta de salida. Da igual que cuando se preguntaba a los valencianos en las encuestas se mantuviese como el más votado y le sacase una docena de escaños a la candidata socialista Morant, quien utiliza su cargo de ministra para hacerse la campaña.
Si una gota fría de proporciones dantescas, de la que los servicios de meteorología y las cuencas hidrográficas estatales avisaron mal, se convierte en diez veces el cauce del Ebro arrasando todo a su paso, el único culpable es Mazón, que -lamentablemente- estuvo en una comida hasta altas horas. Como dijo la semana pasada Yolanda Díaz en el Congreso, «el PP tiene a sus espaldas 237 muertos». No fue una catástrofe natural de proporciones incontrolables, la mayor del siglo XXI en España. No: los mató el PP. Y punto.
Por supuesto el presidente Sánchez, que se puso de canto ante una emergencia que afectaba a cinco regiones, que huyó cobardemente en Paiporta, que no ha vuelto a las zonas afectadas y que ha enviado las ayudas tarde, mal e incompletas, a ese no se le exige responsabilidad alguna, ni se le señala en los reproches en bucle de las televisiones.
La vicepresidenta de la que dependían las cuencas, Teresa Ribera, escaqueada en el extranjero preparando su examen para forrarse en Bruselas y que pasó de todo, tampoco merece crítica. La delegada del Gobierno, que no ha hecho una sola contribución en positivo para la reconstrucción y que dedica las 24 horas del día a poner a parir a Mazón, tampoco es acreedora de reproche (y puede seguir ahí habiendo falsificado su currículo académico, mientras una diputada prometedora del PP se fue a la calle al instante por lo mismo).
Y ahora parece ser que Feijóo entrega a la izquierda la cabeza de Mazón en bandeja. No le servirá de nada. En el cañón de las televisiones esa catástrofe seguirá siendo «la dana del PP», y ya se cuidarán de buscar alguna sombra en su sustituto. El PP no aprende: para la izquierda son el enemigo, hagan lo que hagan, siempre habrá materia para emprender nuevas cruzadas contra ellos en las cadenas al rojo vivo. Deberían ofrecer una manera de ver la vida alternativa a la de la izquierda, no intentar parecerse un poquito para no molestar y que no te regañen (véase la penosa envainada del alcalde de Madrid con el aborto).
Hoy en España va a suceder algo gravísimo: comienza el juicio contra el fiscal general, acusado de ser un delincuente que incurrió en guerra sucia política para desacreditar a Ayuso, odiada por Sánchez, a quien Ortiz se debe. Pues bien, el caso del fiscal ha sido una nota a pie de página en las televisiones del cañón de la izquierda, que solo tenían dos temas: Mazón mató a 229 valencianos con su comida y los cribados de Moreno Bonilla. Da igual que el Supremo esté apuntando al descontrol de los pagos del PSOE, da igual que el presidente esté cercado por la corrupción, da igual que la legislatura esté muerta porque el fugitivo de Waterloo ha inclinado su pulgar… Mazón y cribados (y Franco, claro). No hay más.
Si el desvergonzado fiscal Ortiz hubiese sido nombrado por un Gobierno de derechas, llevaría en su casa dos meses. Habría caído al anunciarse el juicio tras una hoguera abrumadora en las televisiones. Si Rajoy hubiese tenido a un hermano escondido en la Moncloa mientras el susodicho tributaba en Portugal para pagar menos, sería el fin del mundo. Si la mano derecha de Rajoy en el Gobierno y el partido se hubiese dedicado a contratar lumis por catálogo y emplear a una en una empresa pública, las feministas de la izquierda, calladas como tumbas con Ábalos y Koldo, se habrían inmolado a lo bonzo.
Mazón ha estado fatal, sobre todo por haber cambiado de versión varias veces. Pero está claro que si hubiese sido un presidente autonómico del PSOE se habría pasado de puntillas sobre él, porque el cañón de las televisiones del régimen y las consignas de Moncloa habría apuntado a otro lado.
El PP tendría que dejar de correr como un corderillo por el carril de los guiones que escribe Sánchez para distraer a la nación de su insoportable inanidad y su carro de estiércol.