Iñaki Ezkerra-El Correo

Fue en la primavera romana de 1968 y en la Facultad de Arquitectura de Valle Giulia. El 1 de marzo los estudiantes se enfrentaron a los antidisturbios con piedras, ramas de árboles y bancos que arrancaron del suelo. Unas semanas más tarde Pier Paolo Pasolini les dedicó a aquellos jóvenes un poema inolvidable en el que se ponía de parte de los policías y en el que razonaba que, si había habido obreros en aquel episodio supuestamente revolucionario, eran precisamente éstos: «Vais con retraso, queridos. / Ahora los periodistas de todo el mundo (incluidos los de las televisiones) / os lamen (como aún se dice en la jerga universitaria) el culo. Yo no, queridos. / Tenéis cara de niños de papá. / Os odio como odio a vuestros papás. / (…) Cuando ayer en Valle Giulia os liasteis a mamporros/ con los policías, / ¡yo simpatizaba con los policías! / Porque los policías son hijos de pobres. / Vienen de las periferias…».

Pasolini siempre dijo lo que no tenía que decir, lo que sus compañeros de filas se habrían callado por cobardía o «por no perjudicar a la causa». Cuando ayer, 2 de noviembre, se cumplía el cincuentenario de su asesinato, lo que a uno le vino a la mente fueron sus agrias intervenciones en la vida pública, como la de ese poema que reprodujo la revista L’Expresso y que no parecía escrito exactamente para hacer amigos. Estaba escrito para decir lo que Pasolini no se podía callar. En ese defecto residieron muchos de los encontronazos que tuvo con el propio PCI, del que fue expulsado por su condición de homosexual. Miguel Dalmau, autor de una excelente biografía de Pasolini, ‘El último profeta’, con la que obtuvo en 2022 el Premio Comillas, apuntaba en unas recientes declaraciones que «Pasolini siempre fue un caso aparte» y que Visconti, siendo, como él, homosexual y comunista, no tuvo esos problemas.

Un caso aparte, sí. Nadie como Pasolini fue fiel al lema de Montaigne: «ser guelfo para los gibelinos y gibelinos para los guelfos». Siempre que se cita esa consigna se hace invocando la moderación que impidió al alcalde de Burdeos congeniar con los dogmas religiosos de uno y otro fanatismo. Pasolini fue aún más lejos en ese vicio de disentir y no por la vía de la moderación sino de la radicalidad. No solo consiguió hacerse sospechoso para guelfos y gibelinos sino además cabrearlos.

No se puede presumir de ser políticamente incorrecto y a la vez de estar «en el lado correcto de la Historia». Pasolini lo expresó muy bien en ese poema en el que se distanciaba de la izquierda italiana por puro izquierdismo: «En Valle Giulia, ayer, / se desarrolló, pues, un episodio / de lucha de clases: y vosotros, queridos (bien que en el bando / de la razón) erais los ricos, / mientras que los policías (que estaban en el bando / equivocado) eran los pobres…». En el lado incorrecto, sí.