Manuel Marín-Vozpópuli

  • El PSOE está repleto de testigos cualificados que saben que Sánchez mintió al Senado y les mintió a ellos. Pero no tienen la valentía de delatarlo.

Leo en Vozpópuli a Agustín Valladolid con su artículo del sábado titulado “Mientes Pedro, y los tuyos lo saben”. Nos relataba, de tres fuentes de información muy diferentes, que la compulsión obsesiva de Pedro Sánchez en la mentira carece de límites. Pero algo enfermizo hay en la atmósfera de este PSOE rendido de humillación ante Sánchez que conserva sus silencios como una auténtica liturgia de cobardía. Sánchez daña al PSOE, desguaza la convivencia y mutila a los críticos… pero los silencios permanecen intactos, como en formol. Sólo en esos conciliábulos de voz baja y rabia se atreven a decir la verdad. No es que Sánchez mienta al Senado, que va de suyo porque ha hecho de la estafa ética a las instituciones una religión. Es que este PSOE destartalado pretende que los suyos, quienes conocen a Sánchez, quienes han trabajado con él, quienes lo auparon a la secretaría general del PSOE tras ser laminado en 2016, asuman sin preguntar y con una sumisión lanar que la verdad es mentira y la mentira verdad. Y además, lo cumplen como si fuera el ritual de un sacrificio por el líder o un festival de la cobardía. Es de suponer que por miedo… porque por lealtad, lo que se llama lealtad, lo encubren cada vez menos miembros del PSOE hartos de tanta patraña insostenible.

Cuenta Agustín Valladolid que el sábado 18 de mayo de 2019, durante un mitin electoral en Alicante, un destacado militante, dejémoslo ahí, de la federación valenciana tuvo ocasión de advertirle en primera persona de que quien era su ministro y secretario de Organización del partido, José Luis Ábalos, había vuelto a las andadas. Volvía a ser el Rasputín que ya era cuando figuraba como un mero edil de Valencia. Todo eso de las putas, el dinero en sobres, Koldo y la larga lista de costumbres noctámbulas, era mucho más que un secreto a voces. Era la evidencia de un ritmo de vida insostenible, de un ordeno y mando abusivo, de una percepción de impunidad permanente.

Avisado quedó de viva voz Pedro Sánchez sobre ese otro Ábalos que no veía o no quería ver. O lo veía y lo consentía. Por tanto, afirmar en el Senado, ante una comisión de investigación, que no tuvo ningún motivo para destituirle hasta 2021 es solo la enésima mentira de un presidente del Gobierno que pretende hacer creer que él era un oasis de inocencia virginal, y que a su alrededor, en su familia, en Ferraz y en el Gobierno, proliferaba porquería que nunca imaginó ni pudo detectar con su confiada, transparente y ejemplar conciencia de demócrata modélico. Sánchez fue avisado, lo sabía y aún hoy sigue ocultándolo. Y nadie de entre los muchos que conocen la verdad asoma con el arrojo suficiente para plantarle cara.

Otro episodio que narra Valladolid. Antes incluso de que Santos Cerdán fuese designado secretario de Organización en sustitución de Ábalos-no-tengo-a-nadie, otro socialista de peso y con amplios conocimientos de los entresijos de la política en Navarra advirtió directa, personal y alarmadamente en Ferraz de que Cerdán y sus servinabares eran un chanchullo con piernas. Nadie hizo nada. Nadie movió un dedo. Pero nadie podrá sostener que el secretario general del partido no estaba avisado de la evidencia. “Santos no es trigo limpio”. Se sabía y se ocultó. Y además, después, cosas de la vida, fue ascendido a sabiendas a secretario de Organización, es decir, número tres del partido. Hoy permanece en prisión después de que ese PSOE conocedor y cobardón se chamuscase las manos de tanto ponerlas en el fuego. ¿Por qué? Pues por esa inquietante ceremonia de la cobardía, por ese temor sideral a cualquier puñetazo en la mesa de Sánchez, por esa sumisión ascética al líder y por esa simulación de secta en la que ya por entonces se había convertido el PSOE. Todos los que debían conocer que Cerdán estaba sucio lo sabían, y todos lo asumieron.

En realidad, todos no. La línea que une los puntos, la coincidencia de demasiadas fechas y episodios y una sospechosa casualidad situaron en mitad de un tablero delirante a la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra. Era una sanchista de pro con ADN puro, una convencida de su socialdemocracia, una protectora de las siglas, y tan confiada en su ingenuidad y honestidad que pronto fue fulminada. No eran desentendimientos con Cerdán o con otros ‘patas negras’ de ese sanchismo opaco que emerge cada día con un poco más de fango corrupto en sus botas. Era sencillamente que sabía lo que se estaba escondiendo, que conocía maniobras extrañas, que nada cuadraba y que la mierda terminaría por emerger. Y debió comentarlo… y jefe solo tenía uno. Hoy todos siguen sin hablar, sin ‘cantar’ en un tribunal, sin denunciar y sin delatar al impostor, al secretario general cuyos dos jefes de Organización son joyas de una misma colección de tributos a la corrupción.

La conclusión es sencilla. Si alguien hablara, si algún socialista conocedor de tanta añagaza y de tanta pulsión por la mentira alzara su mano y dijera públicamente “señor juez, aquí está mi testimonio”, el mal sueño de tanto militante devaluado por su propia falta de valentía acabaría en cuestión de días. Pero Sánchez tiene la virtud de haber creado un ecosistema de la cobardía y un parque temático del engaño masivo en el que todos se miran de reojo con desconfianza, contemplando a su pesar cómo las siglas del partido son arrastradas por el suelo mientras la mentira se perpetúa como única solución. Tienen remordimientos pero callan.

El pasado viernes, el Tribunal Supremo derivó hacia la Audiencia Nacional sus sospechas de que nada cuadra en las cuentas del PSOE. Ya no es uno de tantos pseudomedios del fango y la inquina quien lo concluye. Es el Supremo quien atisba una autopista para el blanqueo de dinero obtenido ilícitamente. Es el Supremo quien constata un flujo de billetes descontrolado. Y es el Supremo quien concluye que el sanchismo está bajo sospecha. Quizás sea el momento de que la cobardía que ha acallado a tantos y tantos se sumerja en ese fango que han contribuido a crear. Y si es posible, que aflore en algún momento esa dignidad que exigen para sus siglas que, de momento, solo reivindican ‘sotto voce’ desde su escondite. Hay demasiado cobarde en esta ‘omertá’ de falsas lealtades. Participaron de la creación del sanchismo y ahora aborrecen su obra… pero en el fondo no se atreven a destruirla.