Gabriel Sanz->Vozpópuli
- Si algo demuestra la dimisión de Mazón en diferido es que postergarla no fue buen negocio porque ha proyectado imagen de liderazgo débil y un PP a merced de Vox
En el cuarto capítulo de la exitosa serie documental La última llamada, esa donde cuatro ex presidentes de la democracia abordan, cada uno desde su particular visión, cómo vivieron la soledad del poder durante sus años en La Moncloa, Mariano Rajoy se despacha sobre Luis Bárcenas y el resto de implicados en la trama Gürtel con una reflexión que explica en gran medida por qué el PP todavía sigue atravesando el desierto en que lo dejó; y, mejor que nada, explica por qué el desencanto y la frustración de buena parte del electorado que le había otorgado en 2011 una mayoría absoluta abrumadora de 186 diputados, le abandonó en 2015 e hizo que irrumpiera con tanta fuerza la hoy tercera fuerza política de España, Vox, para marcarle la pauta.
Rajoy se esfuerza en convencernos de que aquel Don Tancredo presidente repleto de retruécanos ingeniosos que casi todos reíamos -«las respuestas a la gallega son respuestas a las que yo doy mucho valor»- hizo, básicamente, lo «correcto»… que no siempre coincide con lo conveniente. Es ese mismo personaje el que acaba sosteniendo que él no era quien (¡¡¡) para condenar a un entonces posible «inocente» (sic) contra toda evidencia y por eso no quiso coger el toro Gürtel por los cuernos.
Lo primero que cabe recordarle a este registrador de la propiedad en su alabanza del opositor que fue cuarenta años atrás, mucho antes de entrar a la entonces Alianza Popular de Manuel Fraga, es que nada tiene que ver la responsabilidad penal con la responsabilidad política y que ésta es exigible de forma inmediata, la otra no. Bueno, es más, creo que ya lo sabe y que todo es una añagaza, otra más, para no reconocer la evidencia que tampoco él estuvo libre de pecado en lo que a la financiación ilegal del PP se refiere.
Del «Querido Carlos» a «El señor Mazón»
Sinceramente, ya da igual. Queda para los libros de historia el papel de Rajoy en aquel período de siete años de su gobierno con luces y sombras, muchas, al cual en nada disculpa el hecho cierto de que logrará evitar el rescate de una España quebrada a cambio de otro menor, solo a las Cajas de Ahorro, por importe de 60.000 millones de euros que todavía estamos pagando. A mi lo que me importa y preocupa ahora es que las tautologías y las mañas del gallego dubitativo de la escalera que siempre fue no se hayan convertido en la filosofía de un partido que está llamado a volver regir los destinos de España, ahora de la mano de Alberto Núñez Feijóo.
Lamentablemente, la dimisión en diferido de Carlos Mazón, ese a quien durante este último año el hoy presidente del PP se ha referido como «Querido Carlos» o «El señor Mazón», según soplara el viento, no invita al optimismo; que una cosa es la tranquilidad y otra la pachorra del gobernante. La gente toma nota de tu forma de ser y de estar en polìtica y en la vida, como es lógico. Nos quiere convencer el PP de que la principal dificultad para haber tardado doce meses en sustituir al presidente de la Generalitat Valenciana es la necesidad de pactar el nombre de su sucesor con Vox, pero eso ya lo sabíamos desde la tarde infausta de la DANA y el ya mundialmente conocido Ventorro.
«Para esto, podrían habérnoslo propuesto hace seis meses o un año», sostenía este lunes -y con razón- un Santiago Abascal con la mueca sonriente de quien se sabe ganador en esta partida en de naipes que se han convertido la política valenciana desde hace una década. Ahora, por mor de esta sucesiòn atropellada a la que nos ha conducido tanto diletantismo, será el dimitido quien convoque elecciones dentro de cinco meses y reventará la ofensiva electoral «en cascada» que habían proyectado los populares contra Pedro Sánchez… ¿Alguien da más? Abascal No se ha visto en otra igual. ¿Sesenta diputados de Vox en un hipotético adelanto electoral? Pocos me parecen.
Tranquilidad sí, pachorra no
Comparto la idea de Feijoo de que él no es quien para decir a sus barones autonómicos qué tienen que hacer y cuando… pero todo tiene un límite, porque no le pagamos el sueldo de aspirante a sucesor de Pedro Sánchez desde hace cuatro años para que se comporte como un tertuliano más analizando la jugada, sino para que tome decisiones en tiempo y forma; unas decisiones que, en el caso del líder de la oposición, sólo pueden ser orgánicas, ejemplares, de buen gobierno de su partido dado que no hay en su caso instituciòn alguna que gestionar.
Tengo para mi que el estancamiento del PP y la baja valoración de su líder que vienen anunciando los sondeos desde la vuelta del verano tiene mucho que ver con esa imagen de «procastrinación» de sus decisiones, palabro ese magistralmente sintetizado en la expresión «a veces es mejor no hacer nada», que creíamos olvidada desde que Mariano Rajoy hiciera mutis por el foro en aquella moción de censura de junio de 2018.
Pedro Sánchez tiene muchos defectos y ha llevado al paìs a unos niveles de polarización nunca vistos en medio siglo de democracia, dierto, pero si algo no puede achacársele es pachorra. Se ha demostrado un killer con propios y extraños, y eso le ha granjeado aureola de temible. En diez años, primero al frente del PSOE, luego del Gobierno, no le ha temblado el pulso. En la oposición echó a la hoguera, primero, a los protagonistas de las tarjetas black de Cajamadrid, luego a aquellos primeros ministros que demostraron no estar al corriente de sus obligaciones fiscales y últimamente a sus compañeros de Peugeot José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García Izaguirre.
A la fuerza ahorcan, se dirán ustedes viendo a Cerdán en la cárcel y a los otros dos en capilla… Sí, pero la resultante es que el presidente del Gobierno ha logrado siempre se lanzarse e imponer en la opinión puùblica un relato de hombre implacable hasta con los suyos, que Alberto Núñez Feijóo no quiere, no puede o no sabe. Y no sabría decirles cuál de estas tres hipótesis me resulta más inquietante.
La venganza de la realidad
Con más razón Feijóo debería haber marcado hace ya un año el final de Mazón que hemos vivido en diferido esta semana. ¿O no intuyó el lìder popular que la situaciòn del inquilino del Palacio de Jaime I en Valencia era ya entonces insostenible e iba a serlo aún más conforme se cerrara el cerco judicial sobre él y la entonces consejera de Presidencia y encargada de emergencias en la DANA, Salomé Pradas? ¿A qué vino el aplauso unánime y por momentos entusiasta al ya dimitido por parte de todo el PP en la convención de barones en Murcia el 16 de septiembre?
¿De verdad nadie pensaba mientras le aplaudía y él lanzaba besos al auditorio que la emoción de los familiares de las 229 víctimas se desbordaría durante el funeral de Estado mes y medio después? De todo lo que dice el ex presidente Rajoy en ese documental maravilloso de Movistar con los ex presidentes, hay una reflexión que sí comparto aunque sólo sea porque, sin darse cuenta, al verbalizarla se está haciendo un desmentido a sí mismo y a la ejecutoria que hemos conocido tras su paso por la política: «Toda realidad ignorada siempre prepara su venganza»… Ya solo falta que Feijóo tome nota.