Daniel Reboredo-El Correo

  • La descolonización incompleta del Sáhara Occidental y su fracaso afectan todavía hoy al mundo, cuando se cumplen 50 años de la Marcha Verde

Hoy, 6 de noviembre de 2025, se cumplen cincuenta años de la Marcha Verde (Negra para los saharauis) que actuó como ariete del régimen de Hasán II para presionar al Gobierno español de Arias Navarro y conseguir, sin apenas resistencia, la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrid ocho días después. España cometía con dicha firma una acto pusilánime y cobarde, un desatino a todas luces, abandonando a unos ciudadanos acogidos a sus leyes y a una protección internacional que acaba de hacer aguas con la reciente Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU del pasado 31 de octubre.

La Resolución implica un giro histórico en el conflicto del Sáhara Occidental al allanar el camino a la ocupación marroquí, contentando al patrocinador de la misma, EE UU, y a la Francia de Macron. Ni China ni Rusia utilizaron su derecho al veto, Argelia no acudió y, desde fuera, España, de comparsa como casi siempre. El plan de autonomía marroquí de 2007, que se asienta sobre la conjetura falaz de que dicho territorio forma parte de Marruecos, se convierte en el protagonista de cualquier negociación desde este mismo instante, desaparece cualquier referencia a un referéndum e imposibilita la libre determinación de los ciudadanos saharauis reconocida por la Corte Internacional de Justicia (16 de octubre de 1975) y numerosas resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas.

¿Cómo se puede explicar que un Estado abandone a su suerte a una de sus provincias? Ya hemos hablado de irresponsabilidad, ineptitud y cobardía en un complicado marco histórico. La coyuntura internacional de descolonización, la muerte de Luis Carrero Blanco (diciembre de 1973), Franco moribundo (noviembre de 1975) y los franquistas buscando una buena situación en la nueva coyuntura histórica obviaron la promesa de un referéndum de autodeterminación. Acuerdos virtuales, confabulaciones y connivencias, diplomacia a tres bandas, negociaciones encubiertas y secretas caracterizaron esos momentos en los que una jugada maestra de Hasán II, la Marcha Verde, acabó ganando la partida.

La iniciativa formaba parte de su proyecto de Gran Marruecos y con ella ignoró la decisión del Tribunal Internacional de La Haya (16 de octubre de 1975) desechando cualquier vínculo territorial entre las tribus del Sáhara y los Estados mauritano y marroquí. 300.000 civiles cruzaron la frontera desde Tarfaya, muchos de ellos obligados, y entraron en el Sáhara para presionar a España, con sus tropas en la retaguardia.

Realmente, el acierto y la brillantez de esta jugada solo se nutrió de la escasa y pobre reacción española, aunque hay que reconocer que fue temeraria porque ante otro tipo de respuesta su reinado probablemente habría caído. Dos intentos militares para asesinarle y una fuerte oposición interna avalan esta afirmación. Pero ahí estuvo España para echarle una mano.

Recordemos que en octubre del mismo año se inicia la ‘Operación Golondrina’, el plan para la evacuación completa del Sáhara, se declara el estado de sitio, se despliega la legión, se raciona el combustible, se desarma al personal nativo de la Policía Territorial y de las Tropas Nómadas y el Ejército se repliega de los puestos de Echdería, Hausa, Mahbes y Tifariti, en el noreste del territorio, para que los ocupe el ejército marroquí (FAR) y no el Frente Polisario. Cuando el último soldado español abandona el territorio en febrero de 1976, el Polisario declara la República Árabe Saharaui Democrática, enfrentándose a una larga guerra tanto con Mauritania (tregua en 1977, acuerdos de paz en 1984) como con Marruecos (hasta la tregua de 1991).

La entrega del Sáhara español a Marruecos y Mauritania fue la constatación de una traición, de una permanente dejadez que llega hasta nuestros días (solo hay que recordar la carta de Pedro Sánchez a Mohamed VI en 2022 o las vanas promesas de Felipe González en 1976), de una política miedosa y de una sensación de espanto y pánico inexplicable hacia nuestro vecino del sur, crecido con el apoyo de Occidente y aprovechando muy bien la permanente debilidad política española. De un plumazo se selló el fin de uno de los imperios coloniales más antiguos de Europa tras unas directivas oficiales de un poder colonial que renegaba de los restos de su imperio (Consejo de Ministros, mayo de 1975).

Esta descolonización incompleta y su fracaso afectan al mundo todavía hoy. Medio siglo después de la Marcha Verde y de los Acuerdos de Madrid, Marruecos ha dado un paso definitivo para apropiarse el Sáhara prometiendo una autonomía que nunca otorgará.