Ante su incapacidad para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2026, el Gobierno se aplicó a asentar una narrativa con la que quitar hierro a la ausencia de cuentas públicas, aduciendo que puede gobernar perfectamente con las prorrogadas desde hace más de dos años.
Sin embargo, Pedro Sánchez sorprendió al comenzar el curso político certificando su intención de presentar el proyecto de ley de PGE para el año que viene. Y se ha reafirmado varias veces en este compromiso.
¿Por qué se molestaría Sánchez en llevar la propuesta al Congreso si sabe de antemano que no cuenta con los votos para que supere la votación parlamentaria?
Al fin y al cabo, el presidente podría haber repetido el modus operandi de los dos años anteriores: escenificar su vocación de presentarlos, pero finalmente desistir del estéril trámite y prorrogar los del ejercicio anterior.
De modo que si el Gobierno persevera esta vez en su empeño, sólo puede deberse a alguna razón de peso. Y es la ruptura con Junts, oficializada este jueves, la que arroja luz sobre la lógica subyacente a este movimiento.
Miriam Nogueras ha concretado el anuncio con el que hace dos semanas Carles Puigdemont decretó que su partido pasaba oficialmente a la oposición, ante el incumplimiento de los acuerdos de Bruselas.
Este jueves, Nogueras ha aclarado que Junts vetará todas las leyes, las que están en trámite y las futuras, que lleve el Ejecutivo en el Congreso, forzando que la legislatura «quede bloqueada».
En concreto, Nogueras ha sentenciado que Junts no apoyará unos hipotéticos Presupuestos para 2026. Y, de esta forma, el proyecto que Sánchez se ha comprometido a presentar queda abocado al fracaso.
Pero con esta ruptura controlada, Sánchez obtiene el pretexto perfecto para adelantar las elecciones.
A nadie se le oculta que en los últimos meses se han multiplicado los indicios que apuntan a que Sánchez podría estar barruntando disolver las Cortes.
En primer término, la creciente dificultad del PSOE para aprobar sus iniciativas legislativas en el Congreso. A lo que se añade la apertura de una investigación judicial por los pagos en efectivo del PSOE a Ábalos. Los socios que le quedan a Sánchez (Sumar incluido) adelantaron que, en el escenario de una financiación irregular del partido, dejarían de sostener al Gobierno.
Ante esta parálisis, el PSOE ha querido pulsar la reacción de sus simpatizantes mediante sucesivos globos sonda, con vistas a un posible adelanto electoral. Y así se explican las campañas propagandísticas sobre cuestiones en principio movilizadoras para la izquierda, como la guerra en Gaza, el aborto o, ahora, la conmemoración de la muerte de Franco.
Por otro lado, el Gobierno se está asegurando la adhesión de los grupos sociales dependientes del erario, que representan buena parte de su base electoral.
Y de ahí que, además de garantizar la revalorización de las pensiones, el Gobierno haya propuesto este miércoles a los sindicatos un pacto plurianual con incrementos salariales para que los empleados públicos no pierdan poder adquisitivo.
En este contexto, la ruptura con Junts (que a buen seguro figuraba en las proyecciones del Gobierno) ha puesto la guinda sobre el pastel de la amortización de la legislatura.
Pero el anunciado fracaso de los Presupuestos brinda a Sánchez la coartada que necesitaba para recurrir a su plan B, que es el de alentar las elecciones.
Que, aun después del no rotundo Junts, Moncloa se haya ratificado ante este periódico en su decisión de presentar el proyecto presupuestario quiere decir que Sánchez ve en esta maniobra un mero acto preelectoral.
Porque secunda el guion con el que puede justificar el acudir a las urnas: Junts, que ya ha votado en un centenar de ocasiones en el Congreso junto a PP y Vox, se ha pasado definitivamente a las filas conservadoras.
Y, por tanto, ya no queda otra que acudir a las urnas para librar del bloqueo de la derecha a unos Presupuestos de inédita ambición social, necesarios para acompañar la buena marcha de la economía de la que puede presumir el Gobierno.
Un proyecto que, además, por no pasar de una declaración de intenciones electoralista, no está constreñido por las limitaciones materiales que impone el realismo contable, y por tanto puede dar cabida a todas las dádivas que se quiera.
No hay que esperar que esta estrategia aboque a unos comicios inmediatos. Pero sí que pavimenta el camino para que Sánchez convierta los Presupuestos nonatos en la médula de su futuro programa electoral, y el acto frustrado de su presentación, en el primer acto de precampaña.