Antonio Rivera-El Correo

Catedrático de Historia Contemporánea de la UPV/ EHU

  •  Si el afán de Junts era protagonizar el descalabro de Sánchez, en hueso pincha. Le falta decisión para forzar la moción de censura por los socios que precisa para ello

Repetirá la portavoz parlamentaria de Junts rueda de prensa en las próximas semanas para que nos creamos de una vez que dinamita la legislatura? Mala tesitura la de esta formación, atrampada entre una nostalgia por el ‘procés’ y las esencias patrias amenazadas por el discurrir del universo (Aliança Catalana), y un pragmatismo que fue su santo y seña pujolista, y que ahora cede definitivamente a su competidor de la Esquerra Republicana.

Los de Carles Puigdemont podrían estar certificando su final, innecesarios después de su giro estratégico para un ultranacionalismo que se pasa en parte a la novedad extremista y para una burguesía regional para la que ahora resultarán inútiles. Y, al cabo, si el afán era protagonizar el descalabro final de Pedro Sánchez, en hueso pinchan: les falta decisión para forzar la moción de censura por los socios que precisan para ello, y agudeza visual para percibir la idea de poder que tiene el presidente. Si persisten en el portazo, les irá mal; si rectifican la reiterada amenaza, harán el ridículo.

Lo de Alberto Núñez Feijóo, ¿es un problema de autoridad interna o de convicción personal? No era fácil complicar más el enjambre valenciano para suceder a Mazón y, sin embargo, lo han logrado. El ‘impasse’ en que queda el partido y la dependencia cainita de Vox son lo peor que les podía pasar. La figura del presidente del partido se resiente a cada crisis propia al no proyectar la imagen de un individuo resolutivo.

Cada día dice una cosa y cada uno de sus portavoces dice otras tantas contradictorias. Ni siquiera el no hacer nada y dejar que se pudra el de enfrente le sirve para mejorar por pasiva. A cada charco se lanza de cabeza y pierde el rédito gratuito proporcionado por su contrario. A semejanza del anterior presidente gallego, llegará al puesto, de hacerlo, por defección del competidor, no por mérito propio.

Una vuelta al conservadurismo burgués complica los gobiernos autonómicos para los nacionalismos periféricos

Y Sánchez, en su sitio y a lo suyo. La prueba superada en el Senado ilustra de cómo es mejor combatirlo con pocos argumentos inapelables que le dejen en evidencia que con muchos al mismo tiempo, de los que se zafa como boxeador experimentado. La lluvia fina o la acusación acumulada solo reiteran las trazas de un personaje que conocemos hace ya una década. Tarea inútil porque solo refuerza a los suyos mientras epata a los oponentes. En ese equilibrio vive -vivimos- desde que volvió victorioso de su vuelta a España en aquel Peugeot 407.

Así las cosas, cada partido se debate en su crisis y el país en la de todos. El mercado interior soporta la economía, pero, sin acuerdos estratégicos amplios ni respuestas a una realidad en transformación, todo se agota. Los fondos europeos Next Generation que sostienen esta relativa ficción acaban en unos meses y esto amenaza con convertirse en el ‘deadline’ real, la fecha de cierre de esta política de bajos vuelos.

Eso o una resolución judicial a medio plazo que afecte a alguno de los encartados. De momento, los pasos previos a las sentencias no conmueven lo suficiente, al haberse convertido también en combustible para la confrontación polarizada. Cada uno absuelve de previo a los suyos. A falta de otra cosa, la solución pasa por la judicialización. Quizás incluso las sentencias las valoraremos de igual modo a gusto de cada facción; el camino de desautorización de las togas ya lo tenemos recorrido. Pero ese tribunal aparece hoy como el más consistente, ya que el de la voluntad ciudadana lo convierten en imposible los diferentes agentes políticos.

Habrá elecciones, sí, pero de rango inferior, para ir haciendo ambiente mientras se llega al instante insoslayable, porque se acabe el tiempo o porque este ya no soporte más la realidad. En todo caso, decisiones que quedan lejos y no serán consecuencia de la inescrutable estrategia de Junts. Porque su única posibilidad es volver a la vieja política, la del pasado siglo: izquierdas y derechas, la de la investidura de la primera legislatura de Aznar en 1996 (PP, CiU, PNV y Coalición Canaria).

La lluvia fina o la acusación acumulada son inútiles contra Sánchez porque solo refuerza a los suyos mientras epata al rival

Pero han pasado muchas cosas desde entonces. Los territorios nacionalistas (Cataluña y Euskadi) se han confrontado a un Madrid representando de nuevo un juego izquierda-derecha falso, pero muy penetrado en sus respectivas opiniones públicas. De manera que la suma con el PP se ha hecho muy difícil (y más con el añadido Vox). Imposible no, porque en política no se maneja ese calificativo. Pero sí difícil porque la vuelta a sus orígenes, el conservadurismo burgués de los nacionalismos periféricos, le complicaría el gobierno en sus respectivas comunidades autónomas.

Esa es la pantalla a la que resulta difícil regresar y que tan bien maneja Sánchez convirtiéndola en cortafuegos de un reencuentro ideológicamente natural. Esos nacionalistas cada vez más recurren a la agenda y soluciones conservadoras, pero no se deciden ni a hacerlas propias ni a apoyarse en quienes están más convencidos que ellos en esa apuesta. Por ahí se cierran ellos mismos el camino -lo llevan haciendo ya un cuarto de siglo-, sin generar una pantalla más segura que la presente. No lo ven claro y se resisten al mensaje que aparece en la pantalla actual: ‘insert coin’, introduzca moneda si quiere iniciar otro juego.