Pedro García Cuartango-ABC
- El franquismo significó el triunfo de la fuerza sobre el de la razón. Venció, pero no convenció
Franco murió en la cama. Una obviedad que merece la pena ser recordada porque su régimen logró sobrevivir 36 años a pesar del aislamiento internacional y una oposición democrática que no logró desalojarle del poder. Cuando el general falleció hace medio siglo, existía una ‘mayoría silenciosa’, como se decía entonces, que asumía pasivamente una dictadura que había impulsado un fuerte crecimiento económico, la creación de una clase media y un incipiente estado del bienestar. Esa mejora de las condiciones de vida era la principal fuente de legitimidad del franquismo.
Gonzalo Fernández de la Mora, ministro e ideólogo del franquismo, acuñó la expresión ‘el Estado de obras’, argumentando que la eficiencia de un régimen político podía medirse por los kilómetros de carreteras construidos, el número de pantanos o la edificación de viviendas. Era la expresión de un pensamiento tecnocrático que impregnó al franquismo desde el Plan de Estabilización, aprobado en 1959. Hasta esa fecha, la dictadura se había caracterizado por la brutal represión de los disidentes, una férrea censura y una ideología que añoraba un pasado imperial, desaparecido para siempre. A partir de la década de los 60, el régimen permitió algunos espacios de libertad, aunque siempre en ámbitos minoritarios.
El franquismo fue una dictadura, sustentada en el Ejército y en las fuerzas policiales. No había elecciones, los sindicatos eran apéndices del Gobierno, los periódicos estaban controlados por el poder y cualquier protesta era tachada de subversiva. El ojo vigilante de la censura llegaba a todos los rincones de la sociedad española.
Negar que el régimen logró mejoras económicas y sociales sería faltar a la verdad. Pero minimizar el daño moral, la fractura de la convivencia y, sobre todo, la falta de libertades y de respeto a los derechos civiles alienta la vuelta a una autocracia indeseable.
El principal motivo para repudiar el franquismo reside en que los hombres somos libres para elegir nuestro propio destino y para pensar por nuestra cuenta, que tenemos derecho a reunirnos y expresarnos con libertad y que nadie puede arrogarse el monopolio de la verdad. Quienes intentan justificar el franquismo por sus logros económicos ignoran que el progreso y la convivencia sólo pueden arraigar en el terreno de la libertad.
El franquismo significó el triunfo de la fuerza sobre el de la razón. Venció, pero no convenció, en palabras de Unamuno poco antes de morir. Abandonemos cualquier justificación de un régimen que sobrevivió gracias al miedo, la propaganda y la represión. Como escribió Miguel de Cervantes, la libertad es uno de los más preciados dones que dieron los cielos a los hombres. Luchemos por conservarla. Ha costado mucho llegar hasta aquí para echarlo todo a perder.