- Quizá se trate de eso. Al margen de nuestras creencias, nunca echaremos de más que alguien rece por nosotros.
Hacía tiempo que el cine español no provocaba una sacudida de la conversación pública del calibre de la lograda por Los domingos (Alauda Ruiz de Azúa, 2025).
Es un hecho llamativo si tenemos en cuenta que la premisa argumental de la película tampoco debería apelar, por sí misma, a la sociedad en su conjunto. En este segundo cuarto del siglo XXI, las familias españolas que deben afrontar la voluntad de uno de sus miembros jóvenes de dedicarse a la vida contemplativa son, ciertamente, muy pocas.
Así que merece la pena darle alguna vuelta a cuál puede ser el origen del fenómeno.
Este texto no pretende ser una crítica cinematográfica. Pero la película no habría obtenido este éxito si no fuera un producto excelso en esa faceta.
Cinco lobitos (2022) anunciaba una autora y Los domingos la confirma.
Asombra la conjunción lograda en las facetas de directora y guionista en solitario. Es un filme magníficamente escrito (las conversaciones juegan un papel fundamental) y también maravillosamente dirigido.
Que, con semejante planteamiento, sólo chirríe una secuencia (esa que Pablo de Lora ha llamado con acierto «la inquisición tras el escarceo») es, ejem, un milagro.
¿Qué supone un pequeño tropiezo cuando el camino es un encadenado de obstáculos?
Todos los actores están bien. Patricia López Arnaiz demuestra que es la “número uno” del panorama actual lidiando con el personaje más antipático. La joven Blanca Soroa deslumbra en el parlamento crucial de su personaje.
Los chispazos se producen hasta en los papeles efímeros. La monja anciana que entabla conversación con los familiares de la protagonista es sólo un ejemplo.
Escribí en X que uno de los grandes valores de Los domingos es salir del ensimismamiento que suele caracterizar al cine español. Hubo profesionales del sector y también algún groupie que irrumpieron de forma un tanto airada. Sacaban a relucir títulos como La infiltrada (Arancha Echevarría, 2024) o La sociedad de la nieve (J.A. Bayona, 2023).
No creo que sean filmes con los que quepa la comparación con Los domingos.
Sí con otros que nacieron con cierto afán de agitar la citada conversación social y cuyo impacto quedó circunscrito a la burbuja del sector. Mentar la endogamia y la agenda política también generó alguna discrepancia. Me remito a otro artículo, escrito el año pasado, que argumentaba esta tesis en base a la representación española de la SEMINCI de 2024.
Lo creo: el cine español peca de mirarse mucho el ombligo y poner el énfasis en temas que preocupan más a la gente que lo hace que a la que sería susceptible de ir a verlo a una sala previo pago de una entrada.
Pero la del audiovisual patrio no es la única burbuja a la que ha sorprendido esta sacudida.
La Iglesia tiene ramificaciones, no demasiado vigorosas, en la industria del cine. Llevaba décadas intentando, a través de ellas, conseguir un aldabonazo siquiera remotamente parecido. Lo único que materializó fueron producciones de nicho amplificadas por sus altavoces. Un cine beato que no resonó fuera de la feligresía.
Ahora pueden apropiarse del eco de Los domingos. Pero es algo que se han encontrado hecho.
Si la película ha causado esta impresión, es en muy buena medida por venir firmada por una persona no creyente. Alauda Ruiz de Azúa huye del maniqueísmo, en un esfuerzo sincero por comprender a todos sus personajes, sin renunciar a sus claroscuros y contradicciones.
Quizá añada algo de dureza en el que, presumimos, puede estar más cercano a ella misma.
No tengo nivel para contribuir al debate sobre el supuesto auge de la fe. Ya lo han hecho otras firmas más preparadas. Yo a Rosalía me limito a escucharla. Sí aportaré que el impacto de Los domingos nos está hablando de un cambio de mirada, no tanto de la España creyente, sino de la atea o agnóstica, que rompe al fin con una cierta tendencia a contemplar la fe ajena desde la superioridad moral, por encima del hombro.
En su lugar, ha aparecido la admiración sincera.
Hay momentos muy emocionantes en Los domingos. De nudo en la garganta. La conversación con la abuela en el cuarto. El abrazo final al padre. Y ese «rezaré por ti» con el que se contesta a la invectiva más amarga, que ha dado pie a un texto magnífico de José Miguel Beldad.
Quizá se trate exactamente de eso. Al margen de nuestras creencias, nunca echaremos de más que alguien rece por nosotros.