Carlos Herrera-ABC
- Tras los días aciagos de Alvarone y Leire en el disparadero, finalmente Puigdemont y sus medrosos han venido a salvar a Sánchez
El abogado europeo ha dicho que adelante con la amnistía. Ha puesto peros, pero menores. Ahora falta que el tribunal decisivo secunde, como suele hacer, esta opinión. Ese es el regalo que Sánchez quiere ofrecerle a Junts para que reconsidere su chulería parlamentaria. Puigdemont tiene asegurada –salvo sorpresa– su vuelta a casa y, a cambio, habrá que revisar esa amenaza de fin de legislatura que tanto le gusta poner en escena a la señora Nogueras. Como siempre, los independentistas catalanes amagando, teatralizando, figurando, mintiendo y negociando al fin. La prueba ha estado en la votación por la prórroga de las nucleares.
Cerrar Almaraz, la central extremeña víctima primera de la sinrazón antinuclear de la izquierda dogmática, supone dar el primer paso a la inestabilidad de suministro en España y al empobrecimiento manifiesto de una comarca concreta en una región concreta. Que no gobierna el PSOE. A Junts, Extremadura le importa una higa –por ellos como si se hunde en un maremoto llegado desde el Atlántico– y no va a ejercitar el músculo de la sensatez para impedir el empobrecimiento de una tierra que a estos supremacistas les parece el Tercer Mundo. Con tal de que se garantice la continuidad de Ascó y Vandellós van bien servidos, cosa que el Gobierno de Sánchez les ha asegurado. Así que se cierra el círculo: tú me amenazas, yo pongo cara de cordero, tú escenificas indignación a la catalana –es decir, falsa y farisea–, yo digo lo de la mano tendida, tú te buscas la vida en tu terruño para calmar a tus alcaldes, haces ver que esto se ha acabado, yo espero un viento propicio, tú, en el fondo, estás deseando que yo te ponga el palito para subirte, yo te lo pongo gracias al dictamen del abogado de la UE que dice que aquí no ha pasado casi nada, y, finalmente, a la hora de la verdad, cuando llega la votación, tú haces como buen catalán, cobardeas, te abstienes y yo saco adelante el irracional cierre de las nucleares, sabiendo que, de momento, la que voy a cerrar es la extremeña –que se jodan–, mientras que las catalanas no las toco. Y si en un par de años se dispara el precio de la luz, a mí que me registren, yo sacaré a los golfos de mis sindicalistas a protestar por la pobreza energética y alguna que otra historia que nos inventemos, que para eso somos imbatibles.
Tras los días aciagos de Alvarone y Leire en el disparadero, finalmente Puigdemont y sus medrosos han venido a salvar a Sánchez a última hora. Y así seguirá siendo. El Gobierno estaba muy tranquilo a pesar del teatrito de la muchacha catalana que vocifera en el Congreso. Sabía que, al final, se impondría el pragmatismo: yo saco la amnistía y tú no me tocas lo nuclear que tengo entre las piernas. Lo que ahora tenga Puigdemont con sus alcaldes es cosa suya. Sánchez ha salvado la vida, de nuevo, sonando la campana. Gracias a un catalán.