Editorial-El Correo

  • La lluvia y el frío agravan el sufrimiento de los desplazados mientras EE UU busca resucitar en la ONU su bloqueado ‘proceso de paz’

Ha bastado un mes para acreditar que el ‘plan de paz’ acordado por Estados Unidos e Israel para detener la masacre en Gaza se ha estancado en sus primeros pasos. Hamás tiene pendiente la entrega de los restos de tres rehenes, después de haber devuelto a sus familias a todos los supervivientes de dos años de cautiverio. Israel maneja a su antojo un alto el fuego que no merece tal nombre. Desde que entró en vigor, el 10 de octubre, al menos 245 gazatíes murieron por bombardeos hebreos casi diarios, que hirieron a otros 600 civiles. Tel Aviv bloquea además la comprometida entrada masiva de ayuda esencial, lo que agrava el ya extremo sufrimiento de la Franja.

Este fin de semana, mientras Euskadi lanzaba al mundo un clamor de apoyo a Palestina, las lluvias torrenciales en Gaza mostraban la verdadera dimensión de la destrucción en el territorio ocupado. Precariamente cobijados en destartaladas tiendas de tela, más de 900.000 civiles deambulaban descalzos y sin apenas ropa después de que el viento y el agua inundaran sus únicos alojamientos. Los 300.000 refugios prefabricados que necesitan permanecen retenidos al otro lado de la frontera con Egipto. El desamparo se ceba en el 70% de la población que, en su último desplazamiento forzado, carece de hogar y tampoco puede guarecerse en escuelas o mezquitas reducidas a escombros. Sin electricidad ni agua potable, la prolongada desnutrición satura los escasos centros sanitarios operativos.

Israel sigue ocupando más de la mitad de Gaza y controla el resto del enclave, mientras continúa la violenta colonización de Cisjordania con asesinatos, expulsión de sus legítimos habitantes y destrucción de su modo de vida. «Nuestra oposición a un Estado palestino no ha cambiado», proclama Benjamín Netanyahu. El descrédito mundial de un Gobierno cada vez más radicalizado complica los objetivos incluso de su patrocinador estadounidense, empeñado en que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe esta noche la segunda fase del plan de Donald Trump.

La perspectiva difusa y sin fecha de un Estado palestino es el señuelo con el que Trump busca la bendición de un organismo multilateral que desprecia. Y la oferta con la que pretende ganarse el apoyo del heredero saudí el martes, en la primera visita de Bin Salmán a la Casa Blanca desde el asesinato del columnista Jamal Kashoghi, un crimen con el que le vincularon los servicios de inteligencia de EE UU.