- Sánchez debió pedir a Marlaska que declarara la emergencia nacional. También debió pedirlo Bernabé, la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana. Y debió declararla por sí, sin más, el ministro del Interior. Ninguno de los tres cumplió con su deber, lo que agravó el destrozo del pandemónium en muertes y en ruina
Lo es en todo el negro esplendor de la figura y carga con la injusticia que le es propia. La comparecencia del único que ha asumido responsabilidades por sus actos u omisiones durante los fatídicos días de la gota fría dice más de sus asesinos civiles que del chivo. No recuerdo nada más insultante, más hiriente, más parecido a un linchamiento en el Parlamento español. Graves deben ser las culpas de los agresores morales y de sus jefes para arrojarse con tan despiadada furia sobre el expresidente valenciano, para clavarle los colmillos con tanta saña, para encarnizarse de tal modo. Mostraban la indisimulada intención de ocasionar un profundo destrozo moral a quien ya había dimitido. Es decir, a una persona de conducta más honrada que la de los verdugos, que son la izquierda toda y el separatismo.
Recordémoslo para los olvidadizos: es reprochable a Carlos Mazón no haber declarado, en cuanto supo de lo que estaba sucediendo, la situación de emergencia catastrófica. Era preceptivo hacerlo porque los daños eran «particularmente graves». Mantuvo el nivel 2 en vez subir al nivel 3. Por otra parte, la Aemet y la CHJ no le dieron la información a tiempo. En lo político, cabe afearle también la ingenuidad con que recibió y trató ante la prensa al mismísimo Sánchez. De su ingenuidad es asimismo consciente el sacrificado; basta con consultar la declaración donde comunicó su dimisión.
Veamos ahora lo que el Gobierno Sánchez pudo hacer y no hizo. Es decir, lo reprochable a Sánchez, Marlaska y otros, que no han dimitido como Mazón ni han asumido responsabilidades de ninguna otra forma. Y que han azuzado a las bestias feroces sobre Mazón para que no se hable de ellos. Hablemos de ellos.
Sánchez debió pedir a Marlaska que declarara la emergencia nacional. También debió pedirlo Bernabé, la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana. Y debió declararla por sí, sin más, el ministro del Interior. Ninguno de los tres cumplió con su deber, lo que agravó el destrozo del pandemónium en muertes y en ruina. ¿Era su deber? Insisto: sí. Se daban los presupuestos de activación: la crisis afectaba a más de una comunidad autónoma, y las dimensiones de la catástrofe requerían intervención y coordinación de ámbito nacional.
Si Mazón, habiendo asumido responsabilidades políticas y reconocidos errores de gestión, merece ese trato (que no debería aplicarse a ningún ser humano, pues atenta contra su dignidad), y además lo merece en sede parlamentaria, ¿qué merecen entonces Sánchez, Marlaska y Bernabé? ¿Y Teresa Ribera? ¿Y Robles? ¿Y los de Compromís?
La única referencia disponible estará en lo que Mazón tuvo que aguantar ayer. No le dejaron responder a las preguntas. Le gritaron que se callara cuando lo intentaba. Le acusaron de mantener relaciones sexuales con alguien (esto va a ser explosivo cuando se haga justicia simétrica). Le tildaron de borracho de todas las formas imaginables. Le llamaron mala persona, inútil, mentiroso, incapaz, homicida y psicópata. Piensen en este precedente Sánchez, Marlaska, Bernabé, Ribera, Robles.