Juan Carlos Girauta-El Debate
  • A ciertas gentes les va mejor en Cataluña. Les aconsejo que se vayan allí y aprendan varias expresiones autóctonas. Mira Illa lo tranquilo que está. Mira Pujol cómo repele a los jueces

Despertemos. Les piden en torno a veinte años al ex secretario de Organización del PSOE y a su propio. Al exministro de Transportes y a su pagador de hetairas. Al protagonista de una moción de censura contra Rajoy (aclamado en apoteosis imperial), y al portero de puticlub, también custodio de actas cuando la operación biombo. Despertemos. Hay que estar dormido para no salir a gritar que los que mandan en España hace seis años son cacos con antifaz, como los que venían en los tebeos.

Recuerdo otra cleptocracia obscena donde nada se movía sin que la familia del autócrata cobrara, y detrás de ella los zombies del poder, por turnos. ¿Quién tiene la vez? Me refiero, claro, al pujolismo. La consideración que me merece el sanchismo no es peor que la que me mereció aquel régimen cuyas últimas colas de lagartija aún se agitan. La diferencia entre los golpistas supremacistas y la banda de La Moncloa no es de honradez, que no la conoce ninguno, ni de respeto a la ley, que lo conocen menos. Es, como comentaba ayer, la estética. En el pujolismo, cada millón de pesetas robado era ‘un misal’; en el sanchismo, cada quinientos euros pillados es «una chistorra». Se dan cuenta, ¿no?

En Cataluña están los «catalanes» y los «catalanes catalanes». Salvo las bestias enloquecidas, ya nadie llama a otro charnego. Más frecuente es que el antes así denominado dé lecciones de catalanidad y catalanismo a catalanes de diez generaciones. Pues bien, concéntrense: sucede que los catalanes catalanes (por razones que quizá habría podido esclarecer Marvin Harris, y nadie más) solo respetan el dinero. Nada les importan la cultura, las formas, la ambición (señal de dinero futuro), la bonhomía, la belleza, si falta dinero. El dinero te lleva de ser chofer de Pujol a presidente de una banca de postín. Todo lo pueden, al modo quevediano, els quartos. Pueden incluso hacer olvidar el castellanismo por la excitación que provoca su invocación. Nadie dice els quarts. ‘Quartos, quartos!’. Dada la adoración al vil metal, el gañán enriquecido se integra en la sociedad catalana con gran facilidad. No importa que desconozca la lengua catalana. Solo importa la pasta que tenga el gañán.

Si además el parvenu, el del dinero que no huele, tiene gestos que puedan interpretarse como filocatalanistas (por ejemplo, decir bona tarda, sin volver a visitar la lengua de Foix), se le considerará ‘de casa nostra’. Siempre que no opine. Ninguno de estos embellecedores, de estos desodorantes, están al alcance de los cacos sanchistas, por mucho que hayan acumulado, pues, para su desgracia, no son catalanes. Cerdán estuvo a punto de alcanzar la categoría de catalán de honor cuando Jordi Évole le dedicó una columna de homenaje en la que pedía que se le pusiera una calle en Barcelona al prohombre. A ciertas gentes les va mejor en Cataluña. Les aconsejo que se vayan allí y aprendan varias expresiones autóctonas. Mira Illa lo tranquilo que está. Mira Pujol cómo repele a los jueces.