- El Ministerio Fiscal no es tertuliano, ni comentarista de la realidad, y la publicación de un comunicado comprometiendo la imparcialidad de la institución era de una gravedad incalculable.
La situación en la que queda el Ministerio Fiscal tras la sentencia condenatoria del Tribunal Supremo contra Álvaro García Ortiz es desoladora para quienes amamos esta institución al servicio de toda la sociedad. Años tirados por la borda y decenios de retroceso reputacional a pesar del esfuerzo y trabajo diario de los integrantes de la carrera fiscal.
El titular de una de las principales magistraturas constitucionales ha sido condenado por un delito doloso, el de revelación de secretos, en el ejercicio de sus funciones.
Es un hecho sin precedentes en el mundo. En todo el mundo.
El hecho de sentarse como acusado o el de contemplar un registro de la Fiscalía General ya lo eran también.
El Ministerio Fiscal no es tertuliano, ni comentarista de la realidad, y la publicación de un comunicado comprometiendo la imparcialidad de la institución (aspecto que se extiende a la apariencia de imparcialidad en la actuación) ya era de una gravedad incalculable e incomprensiblemente imponderada.
Como asociación mayoritaria de fiscales pedimos en su momento, por ello, su dimisión. La Fiscalía no tiene relato, sólo se inspira en la ley.
El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a su salida del Tribunal Supremo.
Está claro que esa actuación no fue adecuada y ahora se ha constatado que, además, es delictiva.
No tocaba, no era el momento, comprometía eventuales actuaciones en un proceso penal y, además, tenía un contenido inadecuado y una finalidad impropia de una institución al servicio de todos.
Como asociación no ejercimos la acusación en este procedimiento y omitimos cualquier juicio paralelo en la opinión pública. Como fiscales, sabemos que los juicios deben ser técnicos. Estábamos preparados para una sentencia condenatoria o absolutoria, sin pasión.
Desde su imputación por el Tribunal Supremo insistimos en la dimisión del fiscal general porque mantenerse en el cargo comprometía, más aún, a la institución.
Y a fe que se ha arrastrado, planteando el procedimiento que le afectaba como persona como una imaginaria pugna entre instituciones constitucionales. Es incomprensible.
La sociedad quizás conozca esta parte. El ejercicio de su cargo tiene otras sombras, en especial el ninguneo del único contrapeso democrático de la institución: el Consejo Fiscal.
La historia no termina aquí. No sabemos qué eventuales recursos se van a plantear.
Una vez firme la sentencia, la ley que regula el Estatuto orgánico del Ministerio Fiscal y su reglamento determinan su inhabilitación para ejercer como fiscal general y, además, su pérdida de la condición de fiscal de carrera, previo expediente abierto al efecto en la Fiscalía General del Estado, sin alternativa legal.
El Gobierno de la Nación, además de dictar las resoluciones que impliquen su cese como fiscal general y como fiscal de carrera, debe abrir el cauce para designar a quien deba sustituirle.
Y los antecedentes son desalentadores.
El Tribunal Supremo anuló la designación de Dolores Delgado. La recuperación del prestigio de una institución que trabaja para todos los españoles es una necesidad crucial para el debido funcionamiento del Estado de derecho.
Las instituciones europeas que analizan la evolución del Estado de derecho en Europa (Comisión Europea, Parlamento Europeo, Comisión de Venecia, etcétera) llevan tiempo tomando nota de la utilización partidista de las instituciones españolas ante una evidente colonización desde la política que no sólo pasa con mi querida institución (véase el ejemplo del Banco de España).
Es el momento de insistir en nuestra plena confianza en el Estado de derecho, en el sistema de Justicia español y en sus jueces y tribunales, así como en el Ministerio Fiscal, que sabrá sobreponerse a este duro golpe y continuar trabajando en defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos, como manda nuestra Constitución.
*** Cristina Dexeus es presidenta de la Asociación de Fiscales (AF).