Pablo Martínez Zarracina-El Correo

  • El lehendakari observa la tradición de exigirle a España que pida perdón por Gernika

El martes Pedro Sánchez se llevó a Zelenski al Reina Sofía para enseñarle orgullosísimo el ‘Guernica’ y ayer, en el Parlamento vasco, el lehendakari le exigió al Gobierno que pida perdón por el bombardeo de Gernika. La secuencia no tiene lógica. Y, sin embargo, se entiende. Lo de ayer fue el debut de Pradales en una tradición reclamatoria que se sostiene sobre la ficción nacionalista que establece que la Guerra Civil fue una agresión de España al País Vasco, territorio del que, como se sabe, no salió un solo requeté o falangista, al ser todos los vascos ya en 1936 gente de progreso y feminista, sin el menor asomo contrarrevolucionario o clerical.

El caso es que al lehendakari la exigencia de perdón al Estado que él mismo representa como máxima autoridad en el País Vasco le quedó ayer algo enrevesada. La hizo apelando a la visita del presidente de Alemania a Gernika, donde la semana próxima rendirá homenaje a las víctimas del bombardeo. Señalando a Frank-Walter Steinmeier, Pradales dijo esta frase: «El pueblo vasco viene reclamando esa misma conducta por quienes hoy asumen la representación de lo que aquellos que cometieron semejante agravio vinieron a simbolizar durante tantos años».

Yo he leído la frase diez, quince veces y reconozco que, entre el quienes y el aquellos, el viene y el vinieron y la representación y el simbolismo, noto algo en el cerebro que pide clemencia y se me apaga. Aun así, recuerdo que hace tres años fue el lehendakari Urkullu quien exigió disculpas a España y Eneko Andueza, imagino que socio en la representación del pueblo vasco, reaccionó cuestionando la asignación de responsabilidades. Incluso dejó caer que todavía es en el PNV donde encontramos muchos apellidos que formaron parte del régimen franquista. ¿Deberían pedir perdón? Ya puestos, imagino que el presidente del Gobierno tendría también que disculparse ante la Junta de Andalucía por la matanza de 1937 en la carretera de Málaga. Y la comunidad foral de Navarra pedir clemencia por todo en general. En 2023 el ministro Bolaños acudió a Gernika con un ramo de flores y a Urkullu le pareció poca justicia restaurativa. Aquello no sorprendió a nadie porque la idea es que nunca nada sea suficiente.

Momento delicado

En términos de institucionalidad y altura de miras, conviene recordar que lo primero que hizo el PP tras la histórica condena al fiscal general del Estado fue subir a Twitter una foto de Álvaro García Ortiz con el formato de quienes buscan trabajo en Linkedin. Que ese chiste provocador fue la respuesta «al momento más delicado de la nación desde 1975» lo reveló ayer Isabel Díaz Ayuso. Como su pareja es un particular que no participa de la vida pública, la presidenta de la Comunidad de Madrid compareció, sin preguntas, para interpretar lo de su novio como una derrota del presidente del Gobierno y de la autocracia en general. Ojalá González Amador, querellante al fin y al cabo, compareciese también pero con preguntas y para denunciar la politización del amor. Mientras tanto, los partidos en el Gobierno, y los que apoyan a ratos al Gobierno, insisten en denunciar la politización de la justicia mientras se rasgan las vestiduras. Son los mismos partidos que se dejan la vida en distribuir correctamente a los jueces que juzgan sus asuntos. Su queja debe entenderse, por tanto, correctamente: para ellos, el problema no es la politización de la justicia, sino los jueces que no politizan en la dirección adecuada.