Jon Juaristi-ABC

  • Cómo está la parroquia, que parece Washington…

Resulta que ni el Saunas ni el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, se enteraban de las fechorías de sus más íntimos, unos destazando periodistas y otros cobrando mordidas. Podrá ser cierto que, como afirma tajante Trump (pero sin aportar pruebas), el pobre Kashoggi cayera mal a mucha gente, pero es raro que se lo cepillaran en el consulado saudí de Estambul entre quince propios enviados desde Riad sin que el cónsul se percatase, y más raro aún que, si el cónsul se enteró, nada supiera el embajador y de ahí para arriba, porque donde hay patrón no manda currito. Ahora bien, ya lo dijo Donald en la rueda de prensa: «Son cosas que pasan, cerdita cochina». Acaso no le dijo lo de cerdita a la impertinente periodista de la ABC que pretendía reventarle la fiesta al Bin Salmón. Igual se lo dijo después a otra parecida, ‘fucking piggy Peggy’ o algo así. Ojo, hablo de la ABC y de su reportera intrépida, y no de ABC ni de su intrépido corresponsal en Washington, David Alandete, ni de la rana Gustavo, el reportero más intrépido de Barrio Sésamo.

Pero a lo mejor tiene razón Trump con lo de de Kashoggi, corresponsal del Washington Post en Turquía, asesinado en octubre de 2018 a punto de cumplir 70 tacos, mientras en España la banda del Peugeot progresaba adecuadamente, viento en popa a toda vela, con txistorra de Milagro y cogollos de Tudela, y sin que su jefe se oliera ni las unas ni los otros.

Decía, pues, que igual Trump tiene razón y que estas son cosas que pasan. Grande-Marlaska no parece pensar de modo muy diferente. Eso de no enterarte de los crímenes de tu círculo más cercano, de lo que el biólogo Jakob von Uexküll, tan apreciado por Ortega, que le publicó en ‘Revista de Occidente’ su magnífico estudio sobre la ostra jacobea, llamaba el «círculo de los amigos imprescindibles», eso, según Marlaska, es normal. A todos nos pasan esas cosas, dice el ministro. Por cierto, lo de escribir Marlasca con ka de Kakania no sé de dónde le viene. No creo que sea para fardar de vasco, porque los vascos, como la ostra jacobea, suelen estar perfectamente al tanto de lo que se trama en sus grupos de amigos imprescindibles. No va de coña. En su estudio antropológico sobre ‘Los Vascos’ (San Sebastián, 1949), Julio Caro Baroja asimiló la percepción del mundo que tienen aquellos –los vascos– a la de la ostra jacobea. Cotéjese. Marlaska y su jefe, por el contrario, no se coscan de lo que hacen sus deudos y allegados. Son cosas que pasan, dicen, o sea, que les pasan a ellos y, en general, a los pardillos aniquilados por demoledoras revelaciones como la que recogía Borges en su arte del insulto: «Sepa usted, amigo, que su señora, con el pretexto de trabajar en un burdel, hace contrabando de género». De mascarillas, por ejemplo. O diseña un máster para la Complu. Vete a saber, Contreras…