Ignacio Camacho-ABC

  • Se trate de Ábalos, de Cerdán o del fiscal, la consigna es hacerse las víctimas sin depurar responsabilidades políticas

La fachosfera no tiene remedio. Estaban el Gobierno y los medios oficiales anunciando a los españoles el notición de que Franco ha muerto y la pseudoprensa desinformadora, en vez de hacerse eco, se empeñaba en hablar de la sentencia del fiscal general y se tomaba a la esposa de Santos Cerdán a cachondeo. Pobre Paqui, menuda falta de respeto a una mujer del pueblo, como si no tuviera derecho a gastarse en El Corte Inglés el dinero que su marido amasaba con su (presuntamente) corrupto esfuerzo. En cambio no ha habida tanta guasa con la presencia de Jésica en un viaje oficial a Marruecos, que según la tarifa de acompañamiento de la ‘escort’ le debió de costar a Ábalos tres mil euros. No se sabe si propios o ajenos.

Pero ahí está esa foto de grupo con el ministro, Koldo, Cerdán, un par de asesores… y el embajador del Reino de España, persona de impecable trayectoria de servicios a la patria. ¿Informaría el diplomático de la extraña composición de la comitiva en los reportes rutinarios de la embajada? ¿Supo o pudo saber Josep Borrell, a la sazón titular de Exteriores, que una prostituta y un cargo del PSOE se habían colado en la delegación que visitó Rabat y Casablanca? ¿En calidad de qué, con autorización de quién, con qué papel en los actos y reuniones del programa? ¿Podía ignorar Moncloa que Ábalos viajaba con una amante mercenaria y que su colega de manejos ya ejercía como agente comercial de Acciona y Servinabar?

Dicen en el partido que, a diferencia del estilo disipado del protector de Jésica –y de Adriana, y de Carlota la que se enrolla, y de Anais, y de Andrea–, el ex secretario de Organización vivía «como un monje», a juzgar por su apariencia austera. Paqui vendría a ser en esa suerte de convento familiar la madre abadesa, como Marta Ferrusola con sus ‘misales’ transportados de cuenta en cuenta. Nadie observó nada raro en la rumbosa fiesta de inauguración de su vivienda. Nadie, y menos Pedro, se quiso dar por enterado cuando la UCO levantó las primeras sospechas; al contrario, toda la organización salió en tromba –ay, aquel entusiasta aplauso en el congreso de Sevilla– a cerrar filas en su defensa.

Ahora la consigna gubernamental respecto a las mordidas reza que el PSOE es la víctima. Un campo de mártires de la justicia. Ése es el argumento desesperado repetido con voces sincronizadas y caras compungidas por la coral sanchista. La protesta de inocencia queda reservada en exclusiva para la intocable tríada de Begoña, el hermanísimo y García Ortiz, pese al riesgo de que los procesados por corrupción decidan romper la sagrada ‘omertá’ de la ‘famiglia’. Improbable; la militancia es un estado de conciencia, una profesión de fe, un voto de disciplina. Lo que de ningún modo se va a producir es una asunción de responsabilidades políticas. Mucho menos en la condena del fiscal; no queda otra salida que atrincherarse en la mentira.