- Pedro Sánchez no es una araña sorda. Es una araña sin escrúpulos que hará lo posible para no ser desalojada de su telaraña.
Los que hemos participado en la política activa hemos contemplado un fenómeno psicológico curiosísimo: la chaladura del líder.
Personas inteligentes y articuladas, al contacto con el poder, comienzan a tener una visión exagerada de sí mismas, a alejarse de la realidad, y a tomar decisiones incomprensibles.
Es una intoxicación que nubla el juicio de los que en principio son competentes.
Puesto que es un fenómeno reiterado, debemos pensar que existe alguna lógica evolutiva: tal vez las tribus son más eficaces con un líder seguro de sí mismo, aunque sea estúpido. Ni idea.
David Owen, neurólogo y secretario de estado de Exteriores en el gobierno Callaghan, acuñó el término «síndrome de hibris» para describir la borrachera de poder del líder.
Con hibris, los griegos se referían a la arrogancia que llevaba a los poderosos a creerse superiores y atropellar a sus semejantes, hasta que encontraban el castigo de los dioses.
De modo similar, Owen describe entre sus síntomas la grandiosidad y el desprecio por los individuos comunes. Esto los reduce a la condición de atrezo de un escenario diseñado a mayor gloria del zumbado. Y esta, por cierto, es una de las razones que aconseja limitar su poder.
Owen habla también de la tendencia a hablar en tercera persona o en representación de un colectivo imaginario, y eso le permite poner sus intereses personales en el mismo nivel de los intereses de la comunidad que dirige.
Supongo que todo esto les va sonando familiar.
En suma, el síndrome de hibris es una inflamación narcisista de la personalidad.
Imaginen el nivel al que puede llegar la hinchazón cuando el líder viene narcisista de fábrica.
Se dice que el esclavo que sujetaba la corona de laurel de los generales romanos cuando celebraban su triunfo les iba susurrando al oído «recuerda que solo eres un hombre; recuerda que vas a morir».
Debía de ser algo molesto para el general, y no tenemos cifras de las liquidaciones de siervos post desfile, pero en todo caso era una sabia medida dirigida a combatir la hibris.
En nuestros tiempos, más modestos, la prevención de la alcoholemia política debería hacerse desde los estatutos de los partidos, que deberían limitar los poderes del que se va a emborrachar inevitablemente y facilitar canales de comunicación que permitan avisarle cuando empieza a hacer el ridículo.
En todo caso, nada de esto ha llegado a los estatutos del Partido Socialista Obrero Español (ni a los de ningún otro partido, para el caso). Y los esclavos disponibles en el PSOE no se dedican a susurrar a su caudillo que es mortal, sino que es el «puto amo».
Sí, Patxi López, Pilar Alegría, Óscar Puente y Félix Bolaños no son más que esclavos de lujo de Pedro Sánchez. Son como los «objetos delicados» de Casa Tifus (deben leer Astérix), siervos de alto standing, presumidos y con elevados sueldos.
Santos Cerdán a su salida de la prisión de Soto del Real este miércoles. Europa Press
Como también lo eran José Luis Ábalos y Santos Cerdán.
Entonces la pregunta es: ¿es lógico suponer que el «puto amo» no sabía lo que hacían sus esclavos?
Porque el poder que ejerce Pedro Sánchez sobre su partido y sobre su Gobierno es omnímodo, y por eso resulta cómico ver como sus medios afines (que también son esclavos) pretenden convencer a sus seguidores de que los objetos delicados tienen decisión propia y actuaban por su cuenta.
Véanlo de otra manera. Imaginen a Pedro Sánchez en el centro de su telaraña de poder, que ahora vemos recorrida por la corrupción, intentando convencernos de que es una pobre araña sorda que no se enteraba de nada.
La explicación más razonable es que Pedro Sánchez, que nunca ha tenido muchos escrúpulos (¿o es que tampoco se enteraba de los manejos de su mujer o de su hermano?), llegó a pensar, borracho de poder, que era intocable.
Tal vez pensaba que disponía un anillo de invisibilidad como (según cuáles sean sus referencias mitológicas) Gollum o Giges, y que eso le permitía ocultar su reino corrompido.
Un indicio es que, cuando los medios le empezaron a avisar de la marea de corrupción, en lugar de limpiarla la convirtió en fango. Es muy revelador releer ahora su conocido tuit: «Mi solidaridad con Santos Cerdán y su familia; el acoso de ultraderechistas disfrazados de periodistas no tiene cabida en una democracia».
Luego, cuando el cerco se estrechó, envió a Leire Gotera y Otilio a intentar arrojar aguas fecales sobre jueces, fiscales y guardias civiles.
Pedro Sánchez no es una araña sorda. Es una araña sin escrúpulos que hará lo posible para no ser desalojada de su telaraña.
Y eso incluye seguir envenenando el país.