Olatz Barriuso-El Correo
- Orriols engorda a costa de la inmigración, pero también de la gigantesca decepción ‘indepe’ con el fracasado ‘procés’
Si hay una foto –o mejor dicho dos– que explican el fracaso del ‘procés’ son aquellas en las que una simpatizante celebra eufórica la declaración de independencia que acaba de escuchar de boca de Carles Puigdemont para, 48 segundos después, llevarse las manos a la cabeza con gesto de horror al oír cómo deja en suspenso la intentona secesionista. Menos de un minuto en el que se condensa la gigantesca decepción que, para muchos ‘indepes’ irredentos, supuso el naufragio de la temeraria apuesta rupturista en la que se embarcaron Junts y ERC.
De aquellos polvos vienen, en parte, estos lodos y es posible que la involuntariamente famosa señora sea hoy parte de esa Cataluña que «orriolea», en palabras de la alcaldesa de Ripoll. De hecho, uno de los datos más llamativos del barómetro de la Generalitat que confirma el irresistible ascenso de Aliança Catalana –una horquillla de 19-20 escaños, cuarta fuerza del Parlament y en condiciones de dar el ‘sorpasso’ a Junts– es la procedencia de las nuevas bolsas de votantes de las que se nutre Sílvia Orriols. Logra un 21% de sus apoyos de exvotantes junteros, otro 9% de catalanes que respaldaron a Vox en 2024, y, atención, un nada despreciable 7% de la izquierda republicana de ERC. El dato corrobora que una parte del secreto del éxito de Orriols es de índole vengativa y reside en las tripas, en el voto de castigo a unos líderes a los que parte del electorado percibe como traidores a la causa ‘indepe’ o, en el mejor de los casos, como incompetentes.
De ahí que el pato lo pague, sobre todo, Junts que, con el autoproclamado president en el exilio Puigdemont mediante, ha encarnado como nadie el absurdo del ‘procés’. Máxime con el peso a sus espaldas del apoyo a Sánchez a cambio de una amnistía aún no materializada. Tras las conclusiones del abogado general de la UE, los junteros confían ahora en que el expresident pueda regresar en primavera, pero, a estas alturas, ya parece demasiado tarde para casi todo. Puigdemont concentra cotas de rechazo superiores al 70%, su teatralizada ruptura con Moncloa se ha visto condenada a una triste irrelevancia y los motivos para convencer a la gente de que elija su papeleta parecen escasos. Que su reacción a la encuesta del CEO sea denunciar una operación orquestada para derribarles no hace sino confirmar la agonía.
Harían bien los partidos independentistas y los que no lo son en entender que el éxito de Aliança no está tanto en el haber de Orriols –a la que, como populista modélica, le basta con decir a la gente lo que quiere oír y guiñarles el ojo por la calle–, sino en el debe de quienes envenenaron la convivencia en Cataluña con promesas imposibles. Por mucho que, evidentemente, las dimensiones del fenónemo migratorio en Cataluña y los problemas de guetificación que trae consigo contribuyan, como en el resto de Europa, a aupar a Aliança. Por eso sorprende aún más que el Govern, y en concreto la conselleria de Interior en manos del PSC, sucumban al pánico a la extrema derecha y copien la fórmula vasca de informar del origen de los detenidos que en Euskadi han criticado los socialistas vascos. Si todos temen a Orriols y lo demuestran con patente temblor de piernas sólo contribuirán a hacerla más grande porque la harán transversal. Al tiempo.