Gorka Maneiro-Vozpópuli
- A tanto parece que está dispuesto Sánchez que asusta sólo pensarlo
Como he dicho en otras ocasiones, para criticar algunos de los desmanes perpetrados por el PSOE de Sánchez no es necesario ser de derechas sino que basta con ser demócrata.
Si uno no se considera de izquierdas, es liberal desde el punto de vista económico o es de derechas, todo lo cual es legítimo en democracia, lo lógico es que se oponga a determinadas medidas puestas en marcha por el PSOE contrarias a su ideología: entre otras, el incremento de los impuestos a particulares, autónomos y empresas y, en general, la política fiscal o impositiva, así como su pretensión de que el Estado tenga incidencia relevante en la economía o que su papel sea más intervencionista en otras cuestiones, su mayor cercanía a los trabajadores frente a los empresarios o su propensión a incrementar ciertas ayudas públicas especialmente a determinados colectivos; además, aunque son cuestiones que han perdido cierta relevancia, será reacio a favorecer o facilitar el aborto, crítico con la progresiva laicidad del Estado y proclive a dar mayor peso a la Iglesia Católica frente a otras confesiones religiosas. Aunque hay grados y la frontera entre la izquierda y la derecha se va emborronando, hay todavía ciertos temas que caracterizan más a la izquierda y otros que caracterizan más a la derecha. Y todo ello forma parte del debate público, el pluralismo político y la democracia.
Controlar las libertades públicas
Sin embargo, en la España de nuestros días, no es necesario ser de derechas para criticar lo fundamental de las políticas llevadas a cabo por Sánchez, sino que, en algunos casos, es suficiente con ser demócrata o ser sensible en relación a la defensa de determinadas libertades públicas y a la limpieza o buen funcionamiento de las instituciones del Estado. Así, basta con ser demócrata para criticar con contundencia su incumplimiento flagrante de la Constitución Española y su negativa reiterada a presentar el proyecto de presupuestos ante el Congreso de los Diputados, o su pretensión de controlar la Justicia y a los jueces que dictan las sentencias que lo incomodan, o su okupación de RTVE, el CIS, la presidencia del Congreso o la Fiscalía General del Estado, entre otras muchas instituciones que debían ser independientes del poder político y que el PSOE las ha tomado por las bravas para ponerlas a su servicio, o su acoso a periodistas críticos o independientes mientras se favorece a quienes forman parte del contubernio político-mediático que nos desgobierna. Del mismo modo, sin que uno tenga que ser de derechas, siempre que tenga cierta noción de lo que es la Justicia y el trato igualitario y justo que merece cualquier ciudadano, se opondrá a los indultos o a la amnistía concedidas a quienes, por el hecho de ser vos quien sois y disponer del poder que los ciudadanos de a pie no tenemos, han sido tratados de manera privilegiada a cambio de votar a favor de Sánchez. Y si tienes cierta memoria democrática y un mínimo de decencia, te repugnará que Sánchez se entreviste con Otegi sea en público o en privado o que el PSOE trate a Bildu como si fuera un actor político como cualquier otro. O criticarás el régimen de Maduro en Venezuela porque, si eres demócrata, te opondrás a toda dictadura, sea esta de derechas o de izquierdas. Y, desde luego, seas o no seas de izquierdas o de derechas o incluso aunque no tengas la menor intención de diferenciar una de la otra, criticarás con contundencia toda forma de corrupción política, sea quien sea quien la protagonice.
No sólo eso sino que, es más, si uno es profundamente de izquierdas y precisamente por serlo, se indignará con más razón frente a algunas de las iniciativas de este Gobierno de España, que es cualquier cosa menos progresista: porque la política de discriminación lingüística impuesta por los nacionalistas o sucedáneos en algunas comunidades autónomas y que los socialistas de ahora comparten perjudica especialmente a los ciudadanos más vulnerables y a los trabajadores más precarios, y porque el modelo territorial del Estado es debatible pero la concesión de un concierto económico a Cataluña privilegia a los que tienen más frente a los que tienen menos, arrumbando con los principios de igualdad ciudadana, redistribución y solidaridad, principios que al menos antes caracterizaban a la izquierda democrática.
Desprestigiar la Transición
Sin embargo, forma parte del plan que tiene entre manos Sánchez convertir a sus críticos en fascistas o en miembros de la extrema derecha, dentro del plan integral de dividir a España en buenos y malos, nosotros y ellos, demócratas y enemigos de la democracia. Y por ello utiliza hipócritamente a Franco y las leyes de memoria histórica: no para hacer justicia o reconciliar a los que ya están reconciliados sino para enfrentarnos unos con otros, desandar el recorrido democrático que comenzó con la aprobación de la Constitución Española y desprestigiar la Transición Democrática, algo de lo que deberíamos sentirnos orgullosos. Y todo con el objetivo de que los extremismos crezcan, la polaridad se dispare y él, con todo ello, tenga más opciones de atornillarse al Poder y continuar en la Moncloa.
A tanto parece que está dispuesto Sánchez que asusta sólo pensarlo. Y ya hay una parte de la sociedad española que llama fascista a quien piensa distinto por el simple hecho de pensar distinto. Y cuesta imaginar un posible gobierno del PP con Vox que no sea respondido en las calles con violencia por parte de los más brutos de la izquierda radical y populista. Pablo Iglesias, Irene Montero o Ione Belarra ya han dicho algo al respecto con un lenguaje que trata de excitar los ánimos de los más sectarios e incluso la violencia. Y ministros como Óscar Puente u Óscar López les siguen el camino y las formas. Porque, si la oposición es fascista, algo habrá que hacer para que en ningún caso gobierne y, si gobierna, caiga cuanto antes. De momento, Bildu se manifestó anteayer en las calles de Bilbao en contra del fascismo, donde se comprometió a convertir a «Euskal Herria en foco de resistencia antifascista». No sé si les suena.
Y, llegados a este punto en el que nos encontramos, la pregunta es qué hará el PSOE si hay violencia. Porque lo que harán Arnaldo Otegi, Pablo Iglesias, Irene Montero y Ione Belarra nos lo imaginamos. Yo espero que, llegado el caso, al menos el PSOE la rechace con contundencia; y antes, para que no llegue, que azuce el enfrentamiento o la discordia, cosa que algunos, consciente o inconscientemente, ya están haciendo.