- Su defensa de la ley Sísí, o «sí es sí», que provocó la liberación anticipada de violadores y demás agresores sexuales, casa mal con una carrera —dicen— dedicada a luchar por las mujeres, a aminorar la violencia sobre ellas
Cosas que sabemos de la fiscal general Peramato. El nombre suena a principio activo de un antiácido. A La Sexta le ha entusiasmado su nombramiento. Fue promocionada por el condenado que la ha precedido (cuán presto se va el placer, García). Los medios del régimen alaban su feminismo, su compromiso incansable y tal. Fue presidente de la Asociación Progresista de Fiscales. Todo esto va dibujando una especie de vidas paralelas entre ella y el recién inhabilitado revelador de secretos. Por cierto, a ver quién se la juega, contándole algo confidencial a García a partir de ahora. Oye, que a lo mejor con sus amigos es una tumba, pero es enojoso poseer el título, por llamarlo de algún modo, de revelador de secretos. Es como llevar un cartel colgado a la espalda: «A este no le cuentes nada que no quieras ver publicado». Peramato no está condenada, está limpia, y esperamos sinceramente que lo siga estando. No por ella, a quien no conozco, aunque me ponga alerta, me erice y se me levanten las orejas como a un gato al verla en los papeles. Es porque Sánchez nunca ha nombrado a nadie de provecho. Para nada. En ningún caso. No viene recomendada.
Dirán que es injusto, que cómo puedo desconfiar de alguien que ayer no existía para mí. Caramba, pues por lo dicho, no quiero repetirme: la ha nombrado Sánchez, ¿verdad? Pues de entrada no, como la OTAN. Rige aquí una antijurídica, pero muy natural y comprensible, presunción de culpabilidad. Para nuestros adentros. Si te ensalza el gran traidor, muy de fiar no puedes ser. Terrible, terrible, ya lo sé. Pero no te mezcles con el autócrata, con el jefe de la banda del Peugeot, con el amigo de la ETA, con el benefactor de los golpistas, con el marido de la bachiller Begoña, con el hermano de un zombi de Diputación que no sabe dónde está su despacho, con el perseguidor de periodistas libres, con el juzgador de jueces, con el chulito del Furor sin media leche, con el liquidador de patrias. Si te nombra ese, hija, no esperes ovaciones a tu llegada. Ya sabes como acaban las ovaciones a un fiscal general.
Su defensa de la ley Sísí, o «sí es sí», que provocó la liberación anticipada de violadores y demás agresores sexuales, casa mal con una carrera —dicen— dedicada a luchar por las mujeres, a aminorar la violencia sobre ellas. Ahora ya hemos visto a demasiada sedicente feminista proclamar las bondades de algo que se traduce en poner violadores en las calles. No nos impresiona tanto. Pero si lo piensas dos veces, es una aberración, y Peramato parece haber participado de esta perversión lógica con gran entusiasmo y entrega. Dicen que en su carrera la llaman integrista. Tengo muchas ganas de que algún periodista le pregunte si coincide con las podemitas al atribuir las excarcelaciones prematuras al machismo de los jueces. A ver si dice la verdad y confiesa que la ley Sisí es puro antipunitivismo.