Diego Carcedo-El Correo
- La propuesta para poner fin a la contienda ucraniana, que se gestó sin la participación europea, implica una rendición de difícil asunción para los ucranianos
Donald Trump, que vive y gobierna al mundo pensando en ser premiado con el Nóbel de la Paz, no descansa en sus inquietudes bélicas. Inauguró la Presidencia anunciando algunos objetivos para expandir el territorio, ya muy amplio, de los Estados Unidos, con la anexión de Groenlandia, el canal de Panamá y hasta el delirio de incorporar a Canadá a los actuales cincuenta Estados que integran la Federación que preside.
Pero sus ambiciones no se han revelado nada fáciles y después de un año en la Casa Blanca todavía no ha conseguido ampliar ni un palmo su territorio. También es cierto que su poder Universal, como lo considera, le está proporcionando trabajo extra. Heredó dos guerras importantes, en Gaza y Ucrania y sus pretensiones de hombre de paz todavía dejan bastante que desear. En Gaza consiguió una tregua que todavía no impide siga habiendo víctimas.
Ucrania es otra cosa: argumentó sus excelentes relaciones con Putin para parar la agresión rusa y después de negociaciones al más alto nivel en Alaska y conversaciones secretas, el acuerdo es probable que esté más cerca de lo que se esperaba. Por fin hay una propuesta para que las tropas del Kremlin se proclamen vencedoras con sus conquistas. En realidad, lo que se propone para detener el enfrentamiento es más de lo que Rusia exigía.
La propuesta de paz tiene su base en los momentos difíciles que Ucrania atraviesa después de tanto tiempo en guerra, y el cansancio de algunos miembros de la Alianza Atlántica que han venido ayudando ante la agresión sufrida sin ver el final a una situación sin salida clara. Sin la ayuda norteamericana no hay otra alternativa. Trump argumenta contra Ucrania que no ha agradecido la ayuda recibida. La propuesta para poner fin a la contienda, que se gestó sin la participación europea, implica una rendición de difícil asunción para los ucranianos.
En síntesis, Ucrania cedería buena parte de los territorios que Rusia pretende, empezando por la península de Crimea que ya venía ocupando, y el Dombás, la región más rica del país. Y esto no es lo peor, también Ucrania tendría que pasar a tener su soberanía limitada con una limitación de las fuerzas armadas y la renuncia a su pretensión de garantizarse la seguridad como miembro de la OTAN.
Como suele ocurrir en estos casos, la propuesta de una de las partes es de máximos y ahora vendrá una negociación en la que es de esperar que Rusia rebaje algo sus pretensiones. Lo más sustancial ya está escrito. Si el acuerdo prospera, cada vez más probable, será también un golpe para la UE, algunos de cuyos miembros ya sufren la amenaza rusa con incursione navales o tormentas de drones.
Mientras tanto, aprovechando la necesidad de combatir el tráfico de drogas, Trump ha ampliado su amenaza a la dictadura de Venezuela y al presidente Nicolás Maduro al que mantiene en vilo desde hace semanas. Unidades de la Flota, incluido un potente portaviones ya patrullan por sus costas y desde Washington han alertado a las aerolíneas que dejen de operar en sus aeropuertos, una prueba elocuente de que las horas de algún ataque no especificado están contadas. Y un nuevo frente abierto.