Ignacio Camacho-Abc
- Un día de trabajo y un beneficio limpio de casi dos millones de pavos. A ver qué estajanovista empata siquiera esta ratio
Hay en España un hombre al que Yolanda Díaz debería condecorar con una medalla al mérito en el trabajo. Se llama Antonio Muñoz Cano, es pariente de Santos Cerdán, en concreto cuñado, y generó 1,8 millones de euros con su sola presencia durante un día como peón de albañil en la reforma del puente sevillano del Centenario. Fue el único empleado aportado por Servinabar a la UTE que resultó adjudicataria del proyecto en el Ministerio de Transportes dirigido por Ábalos. Un día de curro en una obra que dura ya más de cinco años y va para largo. Un día y un beneficio limpio de casi dos millones de pavos. A ver si los sindicatos encuentran un estajanovista capaz de empatar siquiera la ratio de productividad de este fenómeno extraordinario.
Servinabar, la empresa cuya copropiedad atribuye la UCO a Cerdán, figuraba en el consorcio como experta en prevención de riesgos laborales. Un campo en que Acciona, una de nuestras mayores compañías multinacionales de infraestructuras y energías renovables –casi sesenta mil trabajadores en nómina–, no debió de encontrar a nadie mejor para aliarse. Al menos a nadie que dispusiera de contactos tan eficaces como el marido de ‘la Paqui’, que llegó a agobiar a Koldo con llamadas y mensajes para que la licitación se acelerase. Funcionó. El contrato fue asignado y Acciona pagó a su asociada diversas facturas por «ayudas y servicios varios» en un ejercicio de ‘compliance’ a la altura de sus impecables estándares reputacionales.
El bueno de Antonio, que acababa de salir de la cárcel por un problemilla doméstico –lo habían condenado por violencia de género y por pegar fuego al coche de sus suegros– cobró, siempre según el informe de la Guardia Civil, alrededor de sesenta mil euros como retribución de su tarea de prevenir riesgos. Asunto imprescindible en una faena que se desarrolla a gran altura sobre el río Guadalquivir y sin cortar un tráfico rodado muy intenso. La seguridad laboral hay que tomarla muy en serio. El otro día sin ir más lejos se les desprendió un inodoro portátil a unos obreros, incidente que ha provocado mucha guasa al ser de general conocimiento la corrupción investigada en el Tribunal Supremo.
De hecho, el gran paso elevado diseñado por Fernández Ordóñez para la Expo 92, entonces una formidable de ingeniería hoy desfasada por el crecimiento metropolitano de Sevilla, ha pasado a ser conocido como «el puente de las mordidas». Denominación a todas luces inmerecida con la que el pueblo, sin tener en cuenta las dilaciones ocasionadas por una complejidad técnica imprevista, sentencia las fructíferas retribuciones abonadas a Cerdán y compañía. Si todos los empleados se hubieran desempeñado con el entusiasmo de Muñoz, hace tiempo que la ampliación estaría lista. Esto es lo que el país necesita: gente responsable, implicada, comprometida, en vez de tanta informalidad y tanta incompetencia política.