Tonia Etxarri-El Correo
Aquí todo el mundo va a lo suyo, menos yo, que voy a lo mío’. Este adagio de los nuevos tiempos retrata la situación que acaban de provocar dos íntimos colaboradores de Pedro Sánchez en víspera de comparecer ante el juez que deberá decidir si ingresan, o no, en prisión provisional.
Con la coalición de la legislatura hecha añicos y la Audiencia Nacional dando diez días de plazo al PSOE para que entregue la relación de pagos en metálico durante todo el mandato de Pedro Sánchez. La cita del juez para que comparezcan Santos Cerdán (recién excarcelado de prisión provisional) y Antonio Hernando para que expliquen si se reunieron con la ‘fontanera’ Leire. Y José Luis Ábalos contradiciendo, como Koldo García, al propio presidente del Gobierno asegurando que se reunió con Otegi, en 2018, para negociar su moción de censura, mientras los dos protagonistas de aquel encuentro lo niegan.
Ingredientes explosivos para el Gobierno en una jornada, como la de hoy, en la que está prevista la celebración de una vistilla para revisar las medidas cautelares de Ábalos y Koldo, acusados de corrupción en la contratación pública y enriquecimiento ilícito en la dura etapa de los contagios del Covid.
Lo importante de este cruce de versiones es constatar que Ábalos ha empezado a seguir la senda de su excolaborador, Koldo García, en vísperas de que el juez del Tribunal Supremo decida si los encarcela. La Fiscalía Anticorrupción reclama 24 años de prisión para Ábalos. Y 19 años y medio para el chófer y conseguidor. Quien fuera ‘número dos’ de Sánchez, en el Gobierno y en el partido, tiene miedo. Lo reconoció al responder con un lacónico «sí» a la pregunta directa de una periodista. Como Koldo. Los dos temen por su destino inmediato y están dispuestos a tirar de la manta. Ahora que Koldo ha pasado a ser un conocido circunstancial para el presidente, y Ábalos, que fue el portavoz parlamentario de la moción de censura, ha dejado de ser el «tronco» de la vicepresidenta María Jesús Montero, para quedar con la etiqueta de «un imputado», quieren abrir una guerra abierta con La Moncloa.
Lo cierto es que a estas alturas de tanta farsa nadie apuesta por que el destape de un encuentro entre Sánchez y Otegi vaya a pasarle factura a quien negó más de tres veces que fuera a pactar con Bildu. Ahí están los resultados de tan prolífica alianza. El trato de favor a tantos presos de ETA, el blanqueamiento de su trayectoria, el Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona, a cambio de un apoyo leal e incuestionable en La Moncloa. La palabra de Sánchez ha dejado de cotizar en Bolsa hace ya mucho tiempo. ¿Que esta reunión, si se demuestra, revelaría hasta qué punto estuvo dispuesto a ceder el presidente del Gobierno? No es novedad. Ya hemos visto su cesión constante con el prófugo Puigdemont.
Lo que preocupa en Ferraz y La Moncloa, ante el giro último de los acontecimientos, es que no sólo el comisionista Victor de Aldama sea el que está colaborando con la justicia aportando pruebas. Es Koldo, el mismo que puso a Cerdán contra las cuerdas. Y el propio Ábalos, que está muerto de miedo y está enviándoles un último aviso.