Iñaki Ezkerra-El Correo
- Lo grave es el pacto que Sánchez hizo con todas las fuerzas anticonstitucionales
«Cuando un dedo apunta al cielo, el tonto mira al dedo». Es un proverbio oriental que me viene con frecuencia a la cabeza en este país en el que parece que, por desesperanza, frustración o agotamiento, el sanchismo nos ha vuelto a todos tontos. Un ejemplo está en la polémica sobre el caserío en el que se pudo reunir Sánchez con Otegi para perpetrar la moción de censura que derribó a Rajoy. Realmente, uno no acaba de entender qué importancia tiene que se reunieran en un caserío, un iglú o un hórreo asturiano. Lo grave es el pacto que Sánchez hizo con Bildu y todas las fuerzas anticonstitucionales para tomar La Moncloa. Da igual si se llevó a cabo física o telepáticamente, si se comunicaron por teléfono o whatsapp, por tam tam o usando de taquígrafo una txalaparta. Lo grave es ese pacto que todos sabemos que tuvo lugar pues nadie se aventura a una moción semejante si no las tiene todas consigo. Por otra parte, creer que Sánchez se lanzó a ella sin paracaídas no es algo que le redimiría política ni moralmente, sino que en todo caso nos lo presentaría como más temerario y tahúr de lo que ya sabemos que es.
Sí. Lo único que aportaría el caserío es un toque étnico-telúrico a la infamia. El caserío es el puto dedo del proverbio. Estamos en un país que ha perdido la capacidad de abstracción y se va a lo anecdótico. Ha pasado también con la investigación sobre la posible trama de financiación irregular del PSOE y con esos dichosos tickets que asoman, cada vez que sale ese tema, para reclamar nuestra atención como un dedo extemporáneo. ¿Pero qué más dan los tickets cuando el gran interrogante es de qué fuentes provenía tanto efectivo como se ha manejado en ese partido? Es su oculta procedencia, como su rudimentario reparto a través de Koldo y consorte, lo que, con o sin tickets, huele a podrido,
Seguimos con el dedo. En estos días pasa otro tanto con el tema de lo que hizo Mazón el 29-O de 2024. Lo grave no es lo que hizo, sino lo que no hizo. Qué más da lo que comió y lo que pagó. Nada de eso va a quitar gravedad a su pasividad durante esas largas horas. Si, en vez de comer con Vilaplana, se hubiera estado sacando pelotillas de la nariz, la gravedad sería la misma. ¿Qué se pretende penalizar aquí? La jueza Nuria Ruiz anda mirando con lupa las fotos del reservado y la exacta medida de este. ¿Va a sacar el metro para medir al maître? ¿Y si Mazón y Vilaplana comieron en el caserío de Otegi y Sánchez, mientras estos firmaron su pacto en El Ventorro? ¿Medimos también el caserío?
Mirando al dedo, sí. Y cuando Otegi niega ese escenario del crimen, como si le hubieran mentado a la madre, entramos todos al trapo. ¿Es Otegi listo o tonto? ¿Nos está intentando distraer con su enfado o es que está mirando a su propio dedo?