Ignacio Camacho-ABC
- En la celda hace mucho frío. Y para el sanchismo es un peligro la posibilidad de que Ábalos cambie lealtad por abrigo
La cuestión clave es hasta dónde llega la lealtad de un hombre. O de dos. O de tres. Porque basta con que uno de ellos cuente sólo una parte de lo que sabe para poner a Sánchez en un aprieto bastante más serio de los que hasta ahora ha venido eludiendo. Ábalos, Koldo y Cerdán fueron los tres mosqueteros del sanchismo, los pasajeros del coche de las primarias –que no siempre fue un Peugeot, hasta en eso mintieron–, los muñidores de la moción que llevó a Pedro al Gobierno. Conocen, y alguno tal vez hasta conserve grabaciones, todos los secretos internos de aquel tiempo, y la supervivencia del actual Ejecutivo depende en gran medida de que mantengan el silencio incluso ante la amenaza de una condena del Supremo.
Hay miedo, o pánico, en Moncloa ante la posibilidad de que decidan colaborar con la justicia o simplemente aventar ante la opinión pública detalles de lo vivido durante su estadía política. Quizá no puedan hacer daño penal, ni lo necesitan porque son conscientes de que cualquier declaración comprometedora pondría el mandato patas arriba. Cerdán aguantará, o al menos en eso confían los pretorianos socialistas, pero los otros dos ya han empezado a enseñar la puntita, el pico de la manta que por el momento abriga su sentido de la disciplina. Están pidiendo ayuda, garantías de protección para sí mismos o para sus familias, en la creencia –lógica a tenor de los antecedentes– de que el presidente puede echar un cable a través de la Fiscalía.
Resulta, sin embargo, que el fiscal de Anticorrupción solicitó ayer prisión preventiva y el juez instructor, que hace un mes la descartó ateniéndose a un garantismo estricto, la ha concedido a la vista de las penas solicitadas para el inminente juicio. Otra primera vez del sanchismo: la entrada en la cárcel de un diputado en ejercicio. (Junqueras ya estaba preso cuando fue elegido). No se trata del clásico congresista culiparlante sino de un exministro que tuvo un papel decisivo de máxima confianza en el Gabinete y en el partido. Y como en el talego hace mucho frío no hay nadie que ignore la evidencia de una situación objetiva de peligro.
Por supuesto que Ábalos y Koldo pueden mentir en su defensa. Incluso acusar a terceros con medias verdades o insinuaciones sin pruebas. Está dentro de lo posible y de lo probable; por despecho, por vendetta, por sentimiento de abandono o por llamar la atención para que alguien se mueva ante la hipotética contingencia de un cante por carceleras. Las filtraciones de estos últimos días apuntan en esa dirección, a modo de advertencia sobre el riesgo que entraña una persona con información sensible encerrada en una celda. Sánchez está acostumbrado a sobrevolar los escándalos, pero tiene un problema. Y consiste en que, dada su relación infiel con la verdad, por decirlo de alguna manera, entre su palabra y la de un presunto delincuente sea éste a quien la gente crea.