- Es erróneo pensar que existe una versión loable de unos partidos de historia llena de baldones y unidos para convertir España en una federación de taifas
El Gobierno dice que el PP se ha mimetizado con Vox y plegado a él. Vox, por su parte, asegura que PP y PSOE son lo mismo. Y el PP sostiene que Vox está haciendo pinza con el PSOE. Curiosas discrepancias, que darían para un juego de lógica, porque unas afirmaciones son incompatibles con otras.
En la práctica, salvo una rareza-sorpresa tipo la de 2023, lo normal es que Feijóo sea el próximo presidente. Aunque las encuestas se le han enfriado un poco por haber cedido el flanco conservador a Vox, ganará los próximos comicios, en los que la coalición de socialistas, comunistas y separatistas se quedará lejos de la mayoría absoluta. En toda Europa se vive un claro y sostenido giro a la derecha y España no es una excepción, y más cuando aquí se añaden el patente desgobierno, la corrupción y las amenazas a la unidad nacional.
La manifestación de este domingo le salió bien a Feijóo, con unos 80.000 asistentes según los convocantes. Aunque fuesen algo menos continúa siendo un carro de gente. Su discurso fue acertado, el que procedía. Vino a decir que en este momento hay que elegir entre la dignidad y la verdad o la mentira y el oprobio político en que vivimos: y reclamó elecciones, porque el sanchismo es ya un estercolero terminal y no se puede seguir así.
Pero no puedo dejar de señalar el momento en que Feijóo hizo su ya clásica apelación a un PSOE bueno, dirigiéndose a sus simpatizantes con frases como que el sanchismo «está manchando la historia del partido». También se dirigió a los socios separatistas de Sánchez, excepto a Bildu, y les preguntó: «¿Hasta cuando vais a seguir tragando con la corrupción del sanchismo?».
Estoy de acuerdo con Feijóo en que ahora mismo la urgencia absoluta es relevar a Sánchez, que está en una deriva autoritaria. Pero sus apelaciones al PSOE bueno y a los nacionalistas me desconciertan (bueno, la palabra correcta es decepcionan). Feijóo se resiste a ver la jugada larga: PSOE, Junts, ERC, los comunistas de Podemos y Sumar y el partido de ETA están embarcados en una operación para cambiar la faz de España, dejando atrás la de la Constitución del 78 y arribando a una especie de confederación de taifas, donde gobernaría siempre una izquierda rehén de los separatistas y la derecha sería considerada «ultra» y excluida tras un muro.
No se puede manchar la historia del PSOE porque ya está manchada desde su primer momento, cuando el fundador Pablo Iglesias amenazó con un atentado a Maura en sede parlamentaria. Siguió manchándose cuando se levantaron contra la II República en 1934, cuando apoyaron la proclama separatista de Companys, cuando el ocaso del felipismo se convirtió en un alocado festival de corrupción -y con el paro disparado-, cuando batieron el récord de latrocinio de dinero público con los ERE andaluces, cuando Zapatero utilizó el atentado más sangriento de la historia de España para un infame uso electoralista y cuando Sánchez se alió con los golpistas de 2017 e incluso acabó amnistiándolos. Una historia execrable.
No habrá un PSOE bueno. Y no es solo porque nunca lo haya habido, es también porque su líder es elegido en primarias y las bases están tan radicalizadas que nunca darán la victoria a un sucesor de Sánchez más o menos normal (un Page, para entendernos).
Peor casi todavía es el caso de Junts y el PNV. El primero es el partido de Pujol trinque del 3 % sistematizado y el montaje del extrañamiento hacia España que acabó dando lugar al golpe de 2017- y la formación de Puigdemont, golpista y fugitivo cobardón. La meta declarada de Junts es romper España y nunca han expresado arrepentimiento por el «proceso». ¿De qué hay que hablar con gente así?
Otro tanto aplica al insufriblemente farisaico PNV, el partido que dejó tiradas durante décadas a las víctimas de ETA (unos tienen que mover el árbol y otros recoger las nueces). Una formación que mantiene una enorme ingeniería social antiespañola y que representa el clímax del movimiento chupategui, un egoísmo supremo y despectivo que se alimenta de jirones de la nación española.
Estoy seguro de que el 90 % de los votantes del PP y el 100 % de los que han dejado de votarle no quieren trato alguno con PSOE, Junts y PNV. Desean, precisamente, todo lo contrario, una forma de ver la vida y el futuro de España antagónica a la que postula el Frente Popular 2 que ahora manda. Génova debería ir entendiendo que cada charleta con Junts y el PNV y cada apelación a entenderse con un supuesto PSOE razonable es un voto menos. El problema no se ciñe solo a Sánchez. Los enemigos de España en los que se apoya no son mejores.