- Pero creo que Vox yerra al tratar al PP como el enemigo. No hay intervención de Abascal en que no ataque al PP, también en el Congreso sin venir a cuento. Feijóo ni le menciona. Defiendo a Vox cuando es injustamente atacado, como critico al PP cuando me parece justo
Para sumar comentarios, un columnista avisado sólo debe criticar a Vox. Saldrán de inmediato contra el autor una turbamulta de detractores, en persona o acaso, desde las ‘granjas de móviles’; funcionan sin tener detrás remitentes reales sino una sofisticada planificación. Siempre se agradecen las críticas, orientan, aunque desagraden cuando incluyen insultos y descalificaciones. Ocurrió cuando recordé la extraña abstención de Vox que permitió al Gobierno controlar los fondos europeos. Un amigo de Vox, para mí fiable, me comentó después que la decisión no la tomaron los órganos del partido sino, en solitario, su entonces portavoz. El daño final fue el mismo, aunque así más sorprendente, pero la aclaración no sobra. En muchos años de parlamentario nunca insulté a nadie; eran otros tiempos. Ahora se lleva el insulto incluso grueso. Alegra no vivirlo.
Vox considera al PP su adversario. Sánchez utiliza a Vox como ariete contra el PP. Amenaza: «¡Qué viene la ultraderecha!», si se vota al PP, mientras Vox sigue considerando al PP aliado del sanchismo –«PP y PSOE son lo mismo»–, pese a las evidencias que lo desmienten. Su motivación, dicen, es que coinciden en un acuerdo, llamémoslo así, entre PPE y PSE en el Parlamento Europeo, que es otro terreno. Eso es como lo sería considerar a Vox, adversario de Meloni porque en Bruselas están en grupos distintos.
Podría citar otros extraños favores de Vox al sanchismo; me referiré sólo a uno. Evitó una derrota de Sánchez absteniéndose en la moción, instando al Gobierno a rechazar las negociaciones bilaterales con las comunidades autónomas durante el proceso del nuevo sistema de financiación autonómica, o sea contra el concierto económico con Cataluña. Hay más, pero no abusaré de las citas.
Vox no tolera las mínimas discrepancias. Según los exdirigentes y afiliados relevantes que se apartan, el partido es cada día más intransigente. Los abandonos se han sucedido. Así, Iván Espinosa de los Monteros, Macarena Olona, Víctor Sánchez del Real, Rocío Monasterio, Juan Luis Steegmann, Rubén Manso, Sonia Lalanda, Idoia Ribas, Ana Rosa Hernando, Javier Teira –diputados nacionales o autonómicos– y los generales Agustín Rosety y Antonio Budiño, entre tantos. No recordaré las duras declaraciones de los dos generales, ni de otros dirigentes decepcionados. El antiguo JEME, general de Ejército Fulgencio Coll, fue descabalgado de la dirección de Vox en Baleares; nadie duda de que se apañó en Madrid. Parece que hasta Javier Ortega Smith está en el punto de mira. ¿Quién manda en Vox? Según algunas fuentes, un trío radical. Y ninguno sería Abascal.
Conozco a Santiago Abascal y traté a su padre; excelentes personas. Y a muchos otros voxianos; todos ellos pasaron por la sede de Génova. Cuando se producen estos corrimientos de tierra siempre hay motivo. Seguro que en este caso también. Buenos amigos, alguno entrañable, pasaron a Vox. Pero creo que Vox yerra al tratar al PP como el enemigo. No hay intervención de Abascal en que no ataque al PP, también en el Congreso sin venir a cuento. Feijóo ni le menciona. Defiendo a Vox cuando es injustamente atacado, como critico al PP cuando me parece justo. Por ejemplo, consideré impresentable aquel «no hay que dar cabida a Vox en los medios de comunicación», de Silvia Intxaurrondo, presentadora en la televisión que pagamos todos.
En las últimas generales el PP ganó 48 escaños, mientras Vox perdió 19. Con una pérdida menor hubiese caído Sánchez. Vox recurre al pacto PP-PSOE en el CGPJ para proclamar, otra vez, una componenda, notoriamente inexistente. El pacto era necesario y venía de atrás, actuando de testigo el Comisario de Justicia de la UE, y comprometiéndose el Gobierno a una nueva ley con un CGPJ elegido por los jueces.
Sería lógico que el PP y Vox concertaran estrategias. Pero Vox insiste en unir al PP a la «máquina de fango» de Sánchez, plagiada –como no, también en esto– de la novela Número cero de Umberto Eco. El PP y Vox están condenados a entenderse. El adversario a batir electoralmente es el sanchismo. Vox cree las encuestas, y lo comprendo, pero con una espera larga las cifras bailan. Además, tras la bajada en las últimas elecciones, resulta lógica la subida. No entendí en su día la decisión de abandonar los gobiernos autonómicos; impedía conocer cómo gobernaría Vox. Hubo consejeros autonómicos que se negaron a dejar sus responsabilidades y ahí siguen; por sus biografías son profesionales solventes.
El PP y Vox se necesitarán. Deben triunfar la serenidad y la inteligencia. Vox ha caído en la trampa de Sánchez: enfrentarse. Ahora se ataca a Feijóo por buscar apoyos para una moción de censura comprometiéndose a convocar elecciones. Abascal pide una moción para perderla. Otra. ¿Qué sumó la fallida moción con Tamames de candidato? Que Sánchez proclamase en la UE que la «ultraderecha», con un «viejo comunista» como candidato, había perdido la moción y él estaba fuerte. Un indirecto favor al autócrata. Fue comentario en las embajadas.
Vox no acudió a la concentración del Templo de Debod. Aseguró que «el PP el domingo estará contra Sánchez y el resto de la semana con Sánchez». ¿Es que no siguen los Plenos del Congreso ni los medios? Un comentario digno del sanchismo. A la concentración del domingo acudieron caras conocidas de Vox, incluso alguno de sus fundadores, y entre las decenas de miles de asistentes no serían los únicos. Alguien me comentó que Abascal no estaba en Madrid. Deseo que tuviese un buen viaje.
- Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando