Diego Carcedo-El Correo

  • El odio generado por siglos de interferencias, que muy bien podrían remontarse a la Reconquista y todavía continúan perturbando unas relaciones diplomáticas negativas para ambas partes

España y Marruecos comparten una complicada frontera marítima, varios kilómetros terrestres intercalados y una historia común que marca una tradición de enfrentamientos que el pragmatismo geopolítico y económico no consiguen superar. El odio generado por siglos de interferencias, que muy bien podrían remontarse a la Reconquista, que tantos siglos atrás, todavía continúan perturbando unas relaciones diplomáticas negativas para ambas partes.

Pero no hace falta retrotraerse a los tiempos de Boabdil para comprobar que las dificultades se repiten de manera poco menos que ininterrumpidas. En los tiempos recién pasados, fueron la independencia, el protectorado, la miniguerra de Sidi Ifnii son motivos que explican las discrepancias y reivindicaciones que hace medio siglo en que el territorio del Sahara Occidental, cuya soberanía seguía manteniendo España — hasta el extremo de convertirlo en una provincia más del Estados – continúa centrando las discrepancias,,

Y siempre también, las dos plazas españolas en el Norte de Africa. Ceuta y Mellilla, cuya territorialidad histórica no tendría por qué estar condicionad por su situación geográfica. El paso del tiempo cambió algo las expectativas de las relaciones cada vez más condicionadas para los intereses mutuos. Más de mil empresas españolas se hallan instaladas en territorio marroquí, donde crean mano de obra y riqueza mientras la mayor parte de las exportaciones marroquíes a Europa se hacen a través de territorio español a pesar de tratarse de una competencia para las exportaciones propias.

Marruecos recurre como contrapartida ejercer de control de la migración subsahariana que llega a través del desierto en su objetivo por entrar en Europa, e impide que una parte no lo consiga ni por mar ni por tierra a través de Ceuta o Melilla. Pero en su argumento no reconoce que en España viven y trabajan cerca de un millón de marroquíes que además de liberar al país de la presión del desempleo transfieren cada mes grandes sumas a sus familiares, unnn ingreso para las cuentas del Estado.

El peso de estos datos no frena las discrepancias frecuentes entre los dos gobiernos. Los que se han venido sucediendo desde que el español es democrático, todos los que se han venido sucediendo hacen esfuerzos para mantener unas relaciones cordiales, transigiendo a menudo con las permanentes reticencias y reivindicaciones marroquíes que nunca consideran suficientes. El actual Ejecutivo de Pedro Sánchez incluso llegó al máximo.

Por sorpresa, hace dos años, un día anunció que cedía el Sahara, rompiendo el respaldo de su partido y seguidores, en la defensa de la independencia, ya con estatus de Estado, y al margen del reconocimiento como independiente por parte de varias decenas de países. Aquella generosidad difícil de explicar de España, no puso final como se esperaba a un conflicto, que estaba en las manos del Comité de Descolonización de la ONU con el objetivo de resolver el problema con un referéndum y no fue consultado.

La arriesgada iniciativa, secundada luego por otros países europeos no le proporcionó a España ningún beneficio. Algunos acuerdos, como el de la reapertura de las fronteras de Ceuta y Melilla sigue sin cumplirse, Esta semana se celebra en Madrid la Cumbre anual entre los dos gobiernos, con escasas esperanzas de éxito. Ante la crisis política que se vive en España, Marruecos ya lanzó la primera interferencia amenazando al posible sucesor de Sánchez de que si modifica los acuerdos responderá contratacando abriendo vía libre a la emigración, el arma con que cuenta.