Ramón Pérez-Maura-El Debate
  • Hay un alto porcentaje de los españoles a los que no les importa nada ver a su presidente faltar a la verdad porque la polarización a la que ha llevado Sánchez a España hace que esos ciudadanos a los que no les importa que les mientan dan prioridad a que siga un mentiroso antes de que llegue un político de la oposición

Hubo un tiempo en que el hecho de mentir era reseñable porque se consideraba una falta reprobable y con graves consecuencias. El 20 de junio de 1996 yo hice una entrevista al presidente de Colombia, Ernesto Samper Pizano. Al día siguiente de que ganara las elecciones presidenciales en 1994, el candidato derrotado, Andrés Pastrana, difundió grabaciones que demostraban cómo entre la primera y la segunda vuelta, la campaña de Samper había recibido millonarias aportaciones de los hermanos Rodríguez Orejuela, del Cartel de Cali. A base de hacer concesiones económicas a los legisladores que lo juzgaron, Samper logró en junio de 1996 ser exonerado de culpa por esta causa por el Congreso de la República. Entonces puso en marcha una campaña ante los medios que le llevó a conceder entrevistas a decenas de ellos llegados de medio mundo. Yo le hice en la Casa de Nariño la entrevista para ABC el 20 de junio y fue una de las más frustrantes que he realizado en mi vida. Las condiciones pactadas para la entrevista fueron incumplidas una tras otra. Y cuando finalmente me encontré ante él, preguntándole por el proceso que acababa de terminar en el Congreso, por primera vez en mi carrera profesional afronté un entrevistado que, amparado por su dignidad presidencial, me mentía con descaro en sus respuestas. Y yo sabía que él me mentía. Y lo que es peor, él se sonreía sabiendo que yo sabía que él no me decía la verdad. Y yo, impotente, no podía más que recoger sus palabras, sabiendo que él sabía que yo sabía que él no me decía la verdad. Samper se reía de mí.

Por cierto, cuando en Trece hablan de Zapatero y Nicolás Maduro, es habitual que saquen una y otra vez unas imágenes de recurso en las que se ve a ambos bajando unas escaleras para dirigirse a los medios de comunicación. Un paso detrás está Ernesto Samper Pizano, hoy también vinculado al Cartel de los Soles. Dios los cría y ellos se juntan.

Me he acordado de cómo se reía Samper de este plumilla pensando en cómo se ríe Sánchez de todos los españoles hoy. Miente con descaro, sabiendo que hay un alto porcentaje de los españoles a los que no les importa nada ver a su presidente faltar a la verdad porque la polarización a la que ha llevado Sánchez a España hace que esos ciudadanos a los que les es indiferente que les mientan dan prioridad a que siga un mentiroso antes de que llegue un político de la oposición. Y por eso lo aclaman. Como si fuera un santo.

Porque tengo dicho que una de las grandes degradaciones de nuestra sociedad pervertida por Pedro Sánchez es la de que la verdad haya dejado de tener ningún valor. Hubo un tiempo en que cuando te pillaban mintiendo dimitías. Te marchabas a tu casa. Dejabas de tener un papel en la vida pública. Pero con Pedro Sánchez, las mentiras han entrado en el concurso de a ver quién la tiene más grande. La mentira.

En poco más de 24 horas nos dice que en realidad no conocía bien a Ábalos, que no sabe si su suegro aportó financiación a su campaña en las primarias –será que no se lo preguntó por si acaso le respondía– y ahora cree que es reprobable que Ábalos fuera putero… Por favor, ¡si ese es el negocio de la familia!