José Alejandro Vara-Vozpópuli
- Los estrategas de Moncloa se aferran a un remake del verano del 23 para salvar los muebles y renovar el mandato de su caudillo
Dicen en Moncloa que no hay peligro, que tienen asegurada la reelección de Pedro, cuando sea toque. Que al número Uno no le agobian los crecientes escándalos, ni los molestos tribunales, ni la ponzoñosa corrupción. El magno caudillo es como el traje blanco de Alec Guinness, incólume a las manchas y los desgarrones. En su entorno, van cayendo el trío del Peugeot, el fiscal general, cerca le andan Ángel Víctor Torres y madame Francina. Gravemente herida aparece María Chivite, que cederá Navarra a Bildu, quién os ha visto navarricos, entregados a los repositorios del mal.
Sus bazas son imbatibles, dicen los pregoneros de su copla. Juez Peinado va a descarrilar en su empeño contra Begoña, lo de Air Europa no se sostiene. Lo de su hermano, un paseo, habrá indulto. Sobre el desistimiento del PSOE para afrontar una campaña resulta tan anecdótico como su relación con Koldo. Si le resbalan los no-presupuestos, la ruina circulante, el inhóspito Parlamento, su menosprecio internacional o el incontenible repudio de la calle, cómo le va a preocupar lo que auguren los pintamonas de los sondeos que siempre se equivocan.
Ese monstruo abominable
Los escribas del Ala Oeste -ahí donde el rijoso Paco Salazar, preeminente asesor que perseguía a las funcionarias jovencitas con la bragueta abierta, como en una película de Iquino– le tienen prescrito que, aunque toda Europa se encamina hacia la derecha seducida por los bramidos de sirena de la ultraderecha, él se encarga de mantener enhiesto el estandarte del progreso sin ceder un milímetro al desaliento, codo con codo con Mamdani, su alter ego en la alcaldía de Nueva York, otro heroico luchador contra el liberal/capitalismo, ese monstruo abominable que solo trae ‘sufrimiento y desigualdad’, como expelió en su entrevista en estéreo en sendas emisoras catalanas, la de Godó, grande de España y pequeño en todas partes, y la suya propia.
“Estamos asistiendo al colapso político-intelectual de la derecha en todo el mundo, porque solo el socialismo ofrece esperanza y no miedo”. Por si falla este estribillo de vendedor de crecepelos ideológicos, guarda en el caletre otras dos armas infalibles que incluso invitan a sospechar de un adelanto. Solo a sospechar, no se hagan ilusiones. Una es la subida del salario de los funcionarios en un 11 por ciento en tres años, poca broma, son tres millones de contribuyentes que votan, “eso es gobernar”, dice el chulángano. También, el aumento de las pensiones en torno al 2,7 por ciento a un censo supera los seis millones. “Sumen, sumen”, dicen los 800 asesores del líder máximo. “A ver si a Feijóo le salen las cuentas”. Ni a nadie, claro. Que no falte de ná que la legislatura se acaba.
Miedo a la ‘barbarie’
Caso de que la derecha prosiga con su imparable alza demoscópica, algo que nadie duda, a Sánchez le queda aún su arma favorita. Repetir la jugada del 23, pergeñar una fotocopia de las generales de hace dos estíos, una segunda edición de aquel tórrido y largo mes de julio en el que el anhelado ‘verano azul’ del PP se convirtió en un invierno aniquilador. Feijóo logró la peor de las victorias, ese triunfo que te niega el trofeo y te hunde en el descrédito. “Toca la de Vox otra vez”, le han dicho a Pedro sus asistentes. Toca repetir escenario. Sánchez convocó elecciones en pleno verano ante el pavor a un PP arrollador en las autonómicas y la efigie de Vox emergiendo como un coloso de cómic. Aprovechó el ‘miedo a los ultras’ y le dio la vuelta a las encuestas. Movilizó a su parroquia que estaba recelosa y alelada. Lo de Frankenstein no convencía, lo de gobernar con Podemos era una trastada. Entonces llegó Abascal a caballo y en Moncloa se frotaron las manos. Hicieron de él un Atila de las libertades y pan comido. Todo quisque a la izquierda del PP se sumó al club de fans de Pedro por temor a ‘la barbarie’, como dice Bolaños, tan empequeñecido. De ahí, a la Moncloa.
La agenda de Vox
Piensan hacer lo mismo. Con una diferencia. Vox ahora está en ascenso y en el PP se adivina una cierta flojera muscular. Pero la derecha más que sumar, arrolla. Algunos demóscopos la sitúan por encima de los 200 escaños. La absoluta y más allá. Ojo con sacar ya el champán, como hicieron antaño. Otra vez unas regionales pueden decidir las generales. Arranca el nuevo ciclo electoral con las extremeñas el día 21 del presente. Luego, las de CyL el 15 de marzo. Después, las andaluzas. En todas ellas, el PP precisará del concurso de Vox para gobernar, según los arúspices oficialistas. Se asistirá entonces a un remake del 23. Tironeo entre Feijóo y Abascal. Ruido de puñadas en la derecha, con gritos y agitación. Y, después, acuerdos ‘vergonzantes’ a la valenciana, en los que el PP se come con patatas la agenda de Vox, con su negacionismo climático, su candente xenofobia, su machismo recalcitrante y su patriotismo de camisa azul joseantoniana, como corean las cacatúas de la propaganda oficial.
Ante este escenario estremecedor, ¡ojo que viene la derechona, aux armes citoyans!, los virtuosos votantes del progreso abandonarán su escepticismo creciente, su galbana militante, su fatiga de materiales del sanchismo, desbordada de puteros, rijosos, corsarios, toda esa escoria de lupanar y coimas que anidó en Ferraz hace ocho años, y se lanzará en tromba a votar al único, al prodigioso, al colérico y rencoroso salvador. Lo anunció hace días en Malta: “No importa cuán oscuro sea el invierno, siempre llega la primavera y tiene nuestro nombre, el socialismo”. En palabras de Zapatero, que fue lírico y ya no. Se adornó con un vulgar refranillo: “Siempre que llueve, escampa”. Lo dijo por el vendaval de los juicios que los arrollan. O quizás, pensaba en lo suyo en Venezuela, donde crece el ruido de los grilletes que ya le prepara una Corte de Nueva York. Todo depende, ya se ve, de lo capaz que sea el PP, una vez más, de evitar su propio desastre. El destino de la derecha es tan inescrutable como una berenjena.