- Es la abstención de la izquierda, y no un incremento sustancial de votos de la derecha, lo que eleva a 200 los escaños de la oposición. Pero ¿y si Sánchez vuelve a movilizar a sus votantes decepcionados como en 2023?
Se equivocan los que dan por segura la victoria de la oposición en las próximas elecciones generales. Su certeza viene de las encuestas que de forma reiterada y desde hace meses le dan en torno a 200 diputados y hunden a PSOE y Sumar hasta los 120 escaños. El error arranca de una lectura incompleta de esas mismas encuestas; no ven la «letra pequeña», que es el elevado porcentaje de los que dicen que no votarán en las próximas elecciones, aunque sí lo hicieran en las anteriores. La razón por la que no hay que echar las campanas al vuelo y dar por ganadas las próximas elecciones generales está en la movilización que Pedro Sánchez pueda hacer de esa abstención.
En todos los sondeos electorales publicados hasta ahora -salvo los del CIS, claro- ese porcentaje supera el 10 %. Son los que, defraudados por Pedro Sánchez y Sumar, les niegan su voto, pero han decidido quedarse en casa y no dárselo a la oposición conservadora. Y en esta abstención está la clave de que los dos partidos de la derecha pudieran conseguir en torno a 40 diputados más de los que ahora tienen y rondar los 200.
Es la abstención de la izquierda, y no un incremento sustancial de votos de la derecha, lo que podría llevar a los conservadores a superar con mucha holgura la mayoría absoluta de 176 diputados. Hay otra evidencia que aparece en esos sondeos: los votantes de la derecha están movilizados al máximo, pero los votantes de la izquierda no lo están. De lo que se deduce que las expectativas de voto conservadoras han llegado a su tope, y las de la izquierda no.
Los motivos de esa desmovilización los estamos viendo todos los días en los medios de comunicación independientes y en las redes sociales, que no se cansan de recordar el firme compromiso de Pedro Sánchez antes de las elecciones de 2023 de no conceder la amnistía, no pactar con separatistas y filoetarras y barrer la corrupción. Esos mismos medios también recuerdan los pactos con los que después ha incumplido radicalmente ese compromiso, y cómo el barrido de la corrupción no ha sido hacia la calle, sino hacia adentro, hasta los escalones más altos del partido, con los más importantes dirigentes encarcelados, y la sombra amenazadora de la justicia planeando sobre su círculo familiar.
Salvo un reducido porcentaje de votos de la izquierda que se han pasado al otro bloque, la mayoría de los decepcionados se han ido a la abstención y a la desmovilización, no a la oposición. Son muchos los votantes de izquierda y de extrema izquierda que ahora están en esa actitud pasiva y desmotivada. Y en la movilización a última hora de esos votantes podría estar la clave de una nueva sorpresa electoral.
Me viene a la memoria la rotunda certeza con la que varios directivos de las más importantes empresas demoscópicas afirmaban en la campaña electoral de julio de 2023 a todo el que quisiera oírles que, con sus datos en la mano, era imposible que Pedro Sánchez continuara en la Presidencia del gobierno. No aceptaban la menor posibilidad de error en sus cálculos. Estaba claro que no contaron con la movilización de última hora –en la última semana– basada en los sentimientos de los que, bajo ningún concepto, quieren que gane el «otro», es decir, la derecha. Y eso fue justamente lo que ocurrió. Hubo que ver la cara que se les puso la noche electoral a medida que los resultados confirmaban que Pedro Sánchez podría seguir en la Moncloa, aunque fuera aliándose hasta con el lucero del alba.
El PSOE jugó a la desesperada su carta del rechazo visceral de un sector de sus votantes a que gobiernen las derechas. Esa estrategia contó –no nos engañemos– con algunas torpezas de la oposición; entre otras, no parar los pies a Mazón que, en su ansia por conseguir con urgencia la presidencia de la Generalitat valenciana, llegó a un acuerdo con Vox en plena campaña electoral, mientras que Sánchez ordenaba a su partido ocultar el pacto con los filoetarras de Bildu hasta después del 23 de julio de 2023. La única esperanza de Pedro Sánchez era movilizar a los votantes que habían decidido abstenerse; y lo consiguió, por muy poco, cediendo lo que le pidiera quién se lo pidiera.
Y esa es la estrategia que ahora está siguiendo; una estrategia que no hay que despreciar. Bien, es cierto que esta vez con muchas menos posibilidades de que le funcione. Porque la carga de descrédito por sus promesas incumplidas o traicionadas, junto con los escándalos de corrupción y la erosión del orden constitucional, son un lastre que frena la reacción emocional y partidista que le salvó en 2023. El engaño y la delincuencia podrían ser el muro, palabra que tanto gusta al presidente, que impidiera el regreso de muchos votantes honrados de la izquierda, desde la abstención al voto visceral a Pedro Sánchez.
La otra estrategia es que la oposición no vuelva a meter la pata.