Carmen Martínez Castro-El Debate
  • Todos coincidimos además en la urgencia por librarnos de este presidente tóxico, un empeño compartido con no pocos militantes de izquierda que son demócratas antes que socialistas. Pero librarse de Pedro Sánchez es una cosa y otra muy diferente es sustituirlo por un gobierno alternativo, sólido y creíble

Dicen las encuestas que en las próximas elecciones generales la suma del PP y Vox, podría conseguir hasta 200 diputados. La experiencia nos aconseja moderar el entusiasmo porque se ha demostrado que solo el paro y las privaciones económicas son capaces de hacer cambiar de voto a la base social de la izquierda, pero aun con toda la prudencia necesaria, parece evidente que los españoles están experimentando un indudable viraje hacia posiciones de derecha.

Entiendo que los lectores de El Debate forman parte de ese enorme segmento de la población española que se siente conservador; cada cual, a su manera, pero dentro de sus infinitas variantes hay al menos tres elementos comunes a todos ellos: la defensa de la nación española, la preeminencia de los derechos de los individuos sobre el poder político y unos valores morales que se corresponden en muchos casos con la religión católica y en otros tantos con su vasta herencia espiritual y cultural. En la España de Pedro Sánchez todos coincidimos además en la urgencia por librarnos de este presidente tóxico, un empeño compartido con no pocos militantes de izquierda que son demócratas antes que socialistas. Pero librarse de Pedro Sánchez es una cosa y otra muy diferente es sustituirlo por un gobierno alternativo, sólido y creíble.

Ignoro si este momento de fragmentación política ha llegado para instalarse definitivamente o pasará como tantas otras modas, pero no tengo duda de que quien más provecho ha sabido sacar de la fragmentación de voto en España ha sido Pedro Sánchez. Siendo el presidente con menos apoyo popular de nuestra historia democrática, casi ha conseguido transformar nuestro modelo de democracia parlamentaria en otro presidencialista. Ello ha sido posible por dos razones: su absoluta falta de escrúpulos y la división del voto de la derecha. Acaso con otro tipo de político respetuoso con unos mínimos principios éticos, la fragmentación no hubiera sido tan grave, con Sánchez hemos comprobado sus peores consecuencias.

No voy a llorar por el regreso de las mayorías absolutas a la política nacional; lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, que decía el torero. Pero sí creo que después de esta etapa de aspereza y degradación democrática, la política española necesita sanarse. España necesita urgentemente un periodo de estabilidad y la derecha tiene la obligación moral de ofrecérselo. Entiendo el hartazgo y la indignación de tantos votantes, pero no creo que la solución pueda venir de un pendulazo revanchista ni de una contrarrevolución ideológica, la revolución que necesitamos es la del orden y la responsabilidad. Definir un programa de gobierno compartido y llevarlo a cabo con lealtad mutua durante cuatro años. Lamentablemente, eso es todo lo contrario de lo que hemos visto en estos dos años de experiencia en los gobiernos autonómicos pactados entre PP y Vox.

PP y Vox se compiten legítimamente por el voto de la derecha. Uno querría volver a los tiempos de sus mayorías absolutas y otro aspira a sustituir al PP como partido hegemónico de ese amplísimo sector de la sociedad española; uno presume de su trayectoria y su experiencia como partido de gobierno, el otro promete cambiar de arriba abajo el sistema; uno arrastra las decepciones propias de quien ha tenido que confrontar su programa con las limitaciones de la realidad y el otro alardea de inmaculada pureza ideológica. Cada uno decide su mejor estrategia en esta competición, pero dudo que sus votantes acepten sin más que esa pugna acabe en una frustración compartida.

El voto útil no es el que sirve para echar a Pedro Sánchez, sino el que garantiza que es sustituido por un gobierno estable y duradero. Para el PP en solitario esa tarea es muy difícil, para Vox, de momento, es imposible.